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De libros

Los placeres culpables

  • Anagrama reedita 'Majareta', una obra en la que John Waters comparte su filosofía de vida y confirma al director como un gran autor cómico.

Majareta. John Waters. Anagrama. Barcelona, 2011. 200 páginas. 17 euros.

Si viajan a Los Ángeles siguiendo las recomendaciones de John Waters, descarten la posibilidad de hospedarse en uno de esos coquetos y apacibles hoteles con piscina que aparecen en las películas como un lugar envidiable para el reposo: el director, que piensa que los aviones son algo sexy y concibe como un plan estupendo montar un picnic junto al aeropuerto, prefiere quedarse en un alojamiento situado directamente "bajo la trayectoria de aterrizaje de todos los jumbo jets que descienden ensordecedoramente sobre la pista". Desde sus primeras indicaciones, el cineasta deja claro que va a mostrar otra estampa del sur de California. ¿Siente cargada la atmósfera? No se preocupe y disfrute de la contaminación, sugiere Waters. "Respire ese aire polucionado y considérese afortunado, ya que sólo en Los Ángeles tendrá la ocasión de contemplar un sol verde o una luna marrón. Olvídese de la propaganda que ha oído acerca del aire puro; exija oxígeno que pueda ver en todo su glorioso colorido", indica. Y abandónese a los placeres que reserva Hollywood, como un paseo hasta el Museo de Russ Meyer, una visita al peluquero de Lana Turner o una investigación sobre el paradero de la Mula Francis.

Esa particular guía de Los Ángeles es uno de los muchos atractivos que encierra Majareta, un libro ciertamente divertido en el que el autor de Pink Flamingos y Hairspray comparte con sus admiradores su visión del arte y de la vida. Anagrama, que ya editó esta obra en 1990, ha recuperado ahora del limbo de las propuestas descatalogadas este manifiesto sobre los irresistibles encantos del mal gusto y los valores de la cultura basura.

La defensa que emprende Waters no está exenta de añoranza: cansado de la escasa inventiva con que los estudios venden ahora sus producciones, reivindica un mayor "talento creativo" y recuerda al director y productor William Castle, el Rey de los Trucos. Castle ideó los reclamos más dispares para atraer a los espectadores, como ofrecer un seguro de vida por si alguien se moría de miedo durante el pase del filme, hacer que un esqueleto volara por encima del público desde la pantalla hasta la cabina de proyección, inventar unas gafas para tres dimensiones que permitían ver fantasmas o unos motorcitos que sacudían los asientos en los momentos de terror, una creación que por cierto un operador malicioso probó, para la perplejidad de los asistentes, mientras se exhibía Historia de una monja.

En su acercamiento a un Hollywood impredecible, el creador de Baltimore dedica un capítulo a "la única estrella de cine viva a la que siempre quise entrevistar", Pia Zadora, "más rica que Cher, más famosa que Zsa Zsa y se peina mejor que Farrah". La actriz sólo ha hecho tres películas cuando Waters mantiene el encuentro con ella -"la divertidamente vulgar La marca de la mariposa, la atroz Lonely Lady y la próxima a estrenarse Voyage of the Rock Aliens"-, pero Zadora es el tipo de celebridad que interesa al director. "Tiene un par de huevos. O la quieres o la odias, es difícil sentir indiferencia", asegura Waters.

En las páginas de Majareta, el cineasta se confiesa a fondo: en un episodio repasa "las 101 cosas que odio" -hay de todo, desde Bob Dylan y Hermann Hesse a "hacer break-dance en público", "los entusiastas de la astrología" o "algún tema aburrido como el teatro"- y en otro fragmento enumera el mismo número de detalles que ama -por ejemplo, las obras de Freud, una silla eléctrica de juguete, o los 20 volúmenes de la Enciclopedia del crimen, donde se pueden leer historias como la de un inglés "que estaba tan solo que mató a sus amigotes para conservar sus cadáveres y así tener compañía y ver la televisión con alguien"-. En un pasaje centrado en sus Placeres culpables, Waters admite que no sólo siente predilección por las propuestas provocadoras. "Lo que me avergüenza de verdad es que también soy un admirador en secreto de lo que desafortunadamente se conoce como películas de arte y ensayo": el Woody Allen serio, los filmes de Marguerite Duras o Pasolini o "cualquier cosa" de Fassbinder estarían entre sus pecados inconfesables.

Y aunque a veces se cuestione "si el cartero pensará que soy un ser despreciable por recibirlo", Waters revela estar suscrito al National Enquirer, aunque sabe que los lectores de esa publicación especializada en chismes "tienen un nivel cultural muy bajo, son poco atractivos físicamente, visten mal, son solitarios y obesos. Especialmente obesos". Pero, ¿cómo puede uno resistirse a una propuesta que cuando trata "verdaderos problemas sociales" se desmarca con titulares tan inesperados como "Un experto afirma que las muñecas Repollo pueden estar poseídas por el demonio"?

Majareta se propone en algunos fragmentos como un perverso libro de autoayuda que puede cambiar la vida del lector. Son hilarantes sus recomendaciones para que alguien se haga famoso: tener problemas sexuales, ser desgraciado, utilizar a la familia le pueden lanzar a la notoriedad, igual que exagerar las peculiaridades que posea. "¿Tiene problemas de cutis? No importa; frótese una bolsa de patatas fritas por la cara y cambie su nombre por el de Granos. Lo esencial es tener mucho o poco de algo. De cualquier cosa". Otro ejemplo: "¿Es malvado por naturaleza? Bueno, sea peor. Ryan O'Neal no es tan famoso por sus películas como por haberle saltado dos dientes a su hijo de un puñetazo y estar siempre de mala leche".

Entre sus confidencias, Waters también expone la ilusión con que acoge todos los años la llegada de la Navidad. "Si es incapaz de imbuirse del espíritu de la fiesta", advierte al lector, "es que usted es comunista o necesita un psiquiatra con urgencia. No es de extrañar que no tenga amigos".

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