De libros

El oso magullado

Hay en Bukowski una estética del perdedor, del inadaptado, del errabundo, que quizá nos dificulte una visión más profunda y ajustada del poeta: la visión del eremita en busca de redención, o acaso la del orate que aguarda el Apocalipsis. En este nuevo volumen recopilatorio, agavillado en torno al amor, volvemos a encontrarnos con pasillos de hotel y una jauría de lunáticos que exhiben su soledad en paños menores. También con las pudorosas formas del amor que Bukowski enumera como si fueran las variedades de una pandemia. Al fondo, sin embargo, uno cree adivinar la sombra de una epifanía. De hecho, la obra de Bukowski es, de algún modo, la preparación, el tránsito, el rito lustral para esa hora penúltima que, quizá, no llegue nunca. Cualquier lector de Bukowski conoce bien su escepticismo y su desgana ante los grandes temas del mundo. El amor -El Amor- es uno de ellos, y en consecuencia, los poemas reunidos en este volumen se acercan a él con una violencia tosca y deliberada. En esa gran reserva (la reserva del oso magullado ante quien le infligió el daño), reside el magnetismo y la peculiaridad de su obra. En esa suerte de indefensión, tejida sobre un concepto belicoso y pesimista de la existencia, se halla tal vez una verdad esencial de la poética de Bukowski. Una poética que merodea y circunda la idea de salvación y se centra, no osbtante, en su contrario: la Caída. En un sentido radical, pues, podemos decir que Bukowski es un poeta religioso. Y que ha buscado en el limo una sencilla pureza. Como buen anglosajón, Bukowski sospecha que la redención no existe. Como hombre, sin embargo, como poeta que conoce el dolor, la abominación y el oprobio, ese viejo determinismo religioso no le será suficiente. En Amor hay poemas de una luminosa sinceridad que se bastan a sí mismos. Son poemas de una ejecución limpia y escueta. Quiero decir, poemas donde la terrible utillería underground se muestra felizmente innecesaria.

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