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José Joaquín León. Periodista y escritor

"Mi novela homenajea a Roth y reflexiona sobre lo que aparentamos y no somos"

  • En su debut en la literatura de ficción, 'Me casé con un periodista', utiliza el humor y la sátira para narrar la descomposición de un matrimonio en pleno estallido de la burbuja inmobiliaria.

A quienes han seguido durante años los artículos y columnas del periodista José Joaquín León, una firma de referencia en ámbitos tan diversos como el patrimonio cultural, las cofradías, la política municipal, el deporte o los carnavales, les sorprenderá el tono transgresor que derrocha en Me casé con un periodista. Su debut en la novela llega con el sello Jirones de Azul, que la reeditará en otoño y ha previsto también una versión en ebook, formato que se adapta bien a su extensión de más de 700 páginas. "Tiene un tono políticamente incorrecto, según han comentado los lectores", sonríe León. "Incluso me han dicho no esperábamos este libro viniendo de ti. Es cierto que soy una persona más bien seria pero en mis artículos siempre intento introducir vetas de humor. En todo caso, el libro no es para nada autobiográfico, aunque contiene elementos que he conocido en mi vida profesional. He querido reflejar además, abstrayéndome de mí mismo, unas circunstancias concretas: la España del estallido de la burbuja inmobiliaria. Por eso la cárcel de Soto del Real, emblema de los años de desfase, está muy presente en la trama".

Dos periodistas residentes en Cádiz que acaban de divorciarse, Nathan Zubiría y Patricia Muñoz, son los protagonistas de una historia bastante delirante donde tienen cabida los ecos de la corrupción política y la crisis del periodismo impreso, la parodia de la chick-lit y de las novelas eróticas en la línea de 50 sombras de Grey, y hasta una jocosa aproximación a la secular rivalidad entre Cádiz y Sevilla.

Pero por encima de todos esos enredos, que abarcan del 22 de noviembre de 2012 -día en que la empresa periodística en la que trabajaba durante tres décadas le comunica su despido a Nathan, de 52 años, y su esposa Patricia, de 45, le anuncia su intención de divorciarse- a finales de julio de 2013, Me casé con un periodista es un artefacto literario sostenido por una admiración por el autor estadounidense Philip Roth que, en el caso del personaje masculino, roza la monomanía. "Nathan está imbuido de la personalidad de Philip Roth. Es como una encarnación de muchos temas y personajes del escritor, sobre todo de su álter ego, Nathan Zuckerman, pero adaptado a la gaditana. Hay guiños aquí a la novela Operación Shylock, donde Roth jugaba con su identidad y la de su álter ego hasta el punto de incluir a otra persona que se hace pasar por Philip Roth. En cierto modo una de las claves de lectura de mi novela es ese juego de identidades engañosas: la suplantación, las falsas apariencias y el propio autoengaño".

José Joaquín León comparte la admiración por Roth, "un cronista insuperable de la sociedad americana de la segunda mitad del siglo XX, que ha sabido retratar desde una óptica muy concreta: la de los judíos de Newark y Nueva York. Ha profundizado mucho en la psicología de los personajes y en esas identidades que aparentamos y no somos. Otra novela suya emblemática en ese sentido es La mancha humana. Mi libro, desde el título, lanza guiños a Me casé con un comunista, donde Roth recreó el período de la caza de brujas en Estados Unidos y se sirvió de la suplantación de identidades para reflexionar sobre la manipulación".

En su novela, León envía al Nathan gaditano a emprender un alocado viaje a Nueva York y Connecticut en busca de Philip Roth. A su regreso, el caos y la confusión se instalan en su nuevo hogar mientras intenta combatir su frustración sexual con mujeres más jóvenes que él, como su empleada de hogar o una profesora de yoga a la que conoce en las Páginas Amarillas. En la obsesión por el sexo que comparte la mayoría de los personajes de este libro se cuela de nuevo la cita al Roth más carnal, "sobre todo a su obra El teatro de Sabbath, que es la más explícita, más incluso que El lamento de Portnoy. Aunque Philip Roth no usa el sexo en su obra desde un punto de vista erótico sino psicológico, como un modo de asomarse al comportamiento humano", continúa.

Inesperadamente, el acomplejado Nathan Zubiría logrará sus quince minutos de gloria, que diría Warhol, gracias a su exaltada participación en el congreso fundacional de la Unión de Periodistas Apocalípticos, un repaso en toda regla a los males y virtudes del oficio. "Es un foro desmadrado donde Zubiría presenta unas conclusiones sobre una base real pero que están exageradas y en las que sitúa en torno al año 2030 el fin del periodismo impreso. A mí me gustaría pensar que se equivoca porque soy un fiel defensor del mismo y compraría periódicos de papel hasta el último día que los vendieran. Es cierto que a partir de la revolución de internet se han cometido errores que están repercutiendo en los propios periodistas y en las empresas hasta llegar a un punto en que está en juego la supervivencia; lo que hace falta es ver si estamos a tiempo de rectificar y arreglarlo. La parodia del Congreso me permite además reflejar la división que se da entre los propios periodistas: por intereses, motivos ideológicos u otras circunstancias, nos hemos tirado piedras contra el propio tejado. Los errores no son sólo de las empresas".

Tras su participación en ese foro, Zubiría será captado por dos esperpénticos detectives -fanáticos lectores a su vez de Roberto Bolaño- para que trabaje como periodista de una sociedad inversora con tentáculos en la política municipal, circunstancia que volverá a acercarlo a su ex esposa, cuyo relato y punto de vista se alterna con el suyo capítulo a capítulo. "El libro podría calificarse de novela norteamericana de la Baja Andalucía porque tiene una estructura como de novela estadounidense, con sus personajes y formas narrativas determinadas, pero al mismo tiempo está muy presente el sur con todas sus consecuencias: su filosofía, su paisaje, incluso el habla de la calle de dos mundos diferentes, Cádiz y Sevilla, que terminan confluyendo como ya advirtió Fernando Villalón, a quien admiro tanto como a su tocayo Fernando Quiñones".

"Las cosas a veces son buenas o malas según intereses comerciales o conveniencias. Aquí pinto situaciones muy extremas, grotescas, exageradas, pero no juzgo a mis personajes. Y no descarto retomarlos algún día por lo que he optado por un final más o menos abierto", confiesa León, que estos días ultima también su primer poemario, "de corte metafísico", y está decidido a prolongar esta vocación temprana de frutos tardíos animado por las simpatías que sus criaturas literarias han despertado.

Sin duda, el escritor José Joaquín León y el periodista del mismo nombre son dos personas muy diferentes pero que se entienden bien y comparten un sincero amor por la cultura. "La voz es completamente distinta. El espacio periodístico que he tenido durante décadas, en labores de dirección y de mucho compromiso, me llevó a centrarme en las redacciones y aplazar esta vocación literaria que siempre tuve. Ahora soy consciente de que he llegado a una edad en la que no puedo posponerla más. No me considero un periodista metido a escritor: siempre he sido muy aficionado a la literatura. Lo que hago como escritor no lo hago como periodista, lo hago como escritor y, mejor o peor, responde a esa vocación que me ha acompañado siempre, desde niño".

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