Manuel Valderrama Donaire. Escritor

"De un modo u otro, todos estamos al borde de la patología"

  • El autor publica en la editorial jiennense Pezsapo 'El hombre de perfil', retrato despiadado de un escritor y de las estrategias que idea para triunfar.

El ejemplo de Woody Allen y de Dustin Hoffman, que "compensaban con sentido del humor y vastos conocimientos culturales" su "escaso atractivo físico", llevó a Manuel Valderrama Donaire a fomentar la ironía como herramienta de seducción en su obra y en su vida. Esa debilidad por el sarcasmo se aprecia en El hombre de perfil, la novela que publica en la editorial jiennense Pezsapo y en la que habla de imposturas y duplicidades. Como en un documental en el que los diferentes testimonios configuran una semblanza, aquí se narra la vida de Adolfo Mújica, un escritor del que sus allegados no guardan un recuerdo particularmente afectuoso. Una relectura del Antiguo Testamento, dentro de una corriente literaria llamada Retrovanguardismo y concebida para reinterpretar el legado de los maestros desde la perspectiva de hoy, o un reality donde se abren las puertas a la literatura son algunas de las ocurrencias de un texto burlón e ingenioso.

-En su biografía, se habla del toque "transgresor y gamberro" que tiene su obra. Un espíritu que se aprecia, desde luego, en El hombre de perfil.

-Me gusta encontrarme con el humor en los libros que leo. Entre mis autores favoritos están Philip Roth o Quevedo, escritores que pertenecen a diferentes siglos pero que coinciden en ese tono gamberro que a mí me entusiasma. Luego, supongo, no están sólo las influencias de lo que has leído, sino un componente genético, o personal, que aporta uno a su obra. En mi caso hay cierto sarcasmo, ese distanciamiento con que observas ciertas cosas de la vida. Uno no se toma en serio a sí mismo y acaba no tomándose en serio nada.

-El trazo que hace de su protagonista, Adolfo Mújica, es despiadado, y, sin embargo, parece haber tratado con más ternura a los personajes secundarios.

-El antihéroe es el que funciona mejor en la comedia, como ese Ignatius Reilly de La conjura de los necios, por ejemplo. Pero es verdad que hay otros personajes a los que les doy cariño. Les presto algunas cosas mías tanto a esos secundarios como al protagonista. Hay una visión hiperbólica, y todos están al límite de la patología. Creo que de una manera u otra, en la vida real, todos lo estamos.

-Uno de los aciertos del libro es su estructura: a través de los testimonios de los demás, ese hombre de perfil del título acaba mostrando su cara.

-Cuando escribo siempre busco una perspectiva diferente, algo que se aleje del narrador clásico, el narrador omnisciente. Es arriesgado jugar con las estructuras, porque cuando no sale puede parecer algo pretencioso. Pero en este caso era un puzle sencillo. El libro se basa en el humor, en la comedia, y quería que fuera un libro fácil de leer. Que el lector participe creando al personaje a través de las distintas voces, pero que no le costara mucho crearlo.

-La obra reflexiona sobre qué puede hacer la cultura para atraer la atención del público .

-Antes estaba la cultura del mecenazgo, y ahora depende exclusivamente del público. Hoy el artista, de algún modo, tiene que venderse. El escritor que aparece aquí intenta llegar al máximo público posible, y lo hace, a veces, de una forma dudosa. Pero en la literatura se mueve menos dinero que en el cine o en la música, no podemos hablar de los mismos parámetros. La cultura en general es un misterio: no se entiende muy bien por qué se venden más algunas propuestas que otras.

-En todo caso, construirse un personaje ayuda. En el libro, Julián Astorga, del que se conocerá al final del libro su vinculación con Adolfo Mújica, juega a ser misterioso y escurridizo como Pynchon o Salinger.

-Son muchos los que se han construido un personaje en la historia del arte. El propio Dalí lo hizo y le funcionó estupendamente. Mi protagonista intenta llamar la atención, como Salinger o Pynchon, escondiéndose. Se supone que es una táctica llamativa porque lo que hace habitualmente la gente es sobreexponerse.

-Hablando de sobreexponerse, la novela viene a decir que uno puede exhibirse en un reality, pero sin embargo seguirán quedando zonas oscuras de él.

-Nos venden los realities como una experiencia real, de ahí su nombre, pero cada uno muestra lo que quiere y el espectador acaba cogiendo una imagen deformada. Como público nos dejamos enganchar muchas veces.

-Entre las obras que reinterpreta Julián Astorga está el Antiguo Testamento, del que cuenta algunos episodios con respeto, pero también con un humor disparatado.

-Me interesaba acercarme a una obra conocida como el Antiguo Testamento y contarla de otro modo, porque era un modo de reflejar cómo vemos la realidad dependiendo del punto de vista. La mayoría de las historias que narro están en el Antiguo Testamento, pero quien no lo haya leído puede pensar que son invenciones mías dentro de ese tono irreverente. Pero no, no es así.

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