Cultura

Sobre la mesocracia

  • 'ADIÓS EN AZUL'. John D. MacDonald. Trad. Mauricio Bach. Libros del Asteroide. Barcelona, 2015. 272 páginas. 18,95 euros.

Para el género negro de los 30, hay un lugar donde las clases altas y el lumpen se confunden. Ese lugar es el hampa. De sus capciosas habilidades, de sus peligrosas costumbres, el hard boiled tomaría buena parte de sus argumentos y un gran número de sus atractivos. Era también la hora del star-system, de las fortunas meteóricas y de la Ley Seca, de modo que el género negro deslizó aquel esplendor extático hacia la opacidad del cieno. Todo ese mundo es que el se adentrará, con vértigo inusitado, en la Segunda Guerra Mundial. Todo ese mundo es el que veremos morir, a primeros de los 50, en las novelas de Chandler. Quiere decirse, pues, que John D. MacDonald escribe sobre la huella de Hammett y Chandler, o del propio Fitzgerald de El gran Gastby, pero sin que la sociedad que los alumbró perdure. La Norteamérica de MacDonald es, inevitablemente, otra. Y esa otra Norteamérica es la sociedad opulenta y mesocrática que caracterizó Galbraith y había vaticinado, entre el horror y el desánimo, una crepuscular Edith Wharton.

Adios en azul (The Deep Blue Good-bye en el original), retrata por tanto una sociedad boyante, estereotipada y con gran número de coches y electrodomésticos. Una sociedad donde se abre paso la liberación de la mujer, y cuyo origen, no tan distante, hay que situarlo en la economía de guerra de los 40. Adiós en azul (1964) se asienta sobre estas dos evidencias. Y será el detective Travis McGee quien transite entre mujeres espléndidas y desinhibidas -pero en absoluto fatales- y un ominoso recuerdo del conflicto. Digamos que MacDonald, a la hora de caracterizar a su personaje principal, parece sentir la misma fascinación que Chandler por los investigadores robustos y de muñeca gruesa. También por una prosa mordaz, flexible y eficiente. A pesar de lo cual, el objetivo último de MacDonald es otro muy distinto al del noir clásico. No es ya la libertad llevada a un extremo criminoso y una sexualidad amoral, ligera y abrasiva. En MacDonald es una cierta idea de la soledad, de la compasión, del miedo, del mesocrático aislamiento que se ha cernido sobre el siglo, aquello que dirige su escritura.

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