Libros de 2019 | Especial Navidad

Un cosmos de papel

  • La literatura, nos recuerda el sensacional ensayo 'El infinito en un junco', lejos de obedecer a un discurso lineal, constituye toda una red de experiencias en el tiempo

Irene Vallejo  (Zaragoza, 1979).

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979). / M. G.

Una de las citas con las que Irene Vallejo empieza su celebrado El infinito en un junco (Siruela, 2019) es la siguiente de la escritora estadounidense Marylinne Robinson: "Me gusta imaginar lo pasmado que se quedaría el bueno de Homero, quienquiera que fuese, al ver sus epopeyas en las estanterías de un ser tan inimaginable para él como yo, en medio de un continente del que no tenía noticia". Esta apreciación de la autora de Gilead brinda una síntesis perfecta del libro de Vallejo y, más aún, de su naturaleza: subtitulado La invención de los libros en el mundo antiguo y promocionado como una fascinante introducción al mundo cultural e intelectual de Grecia y Roma a través de la producción y reunión de libros que se dio en el mismo (lo que, por otra parte, es estrictamente cierto), El infinito en un junco es, más aún, una arquitectura de ideas que demuestra hasta qué punto la historia de la literatura, lejos de obedecer a un discurso lineal, constituye una red de experiencias en la que todos los elementos están poderosamente relacionados, por muy extensa que pueda parecer la distancia entre ellos. De este modo, lectura y escritura se corresponden con una afirmación de la realidad próxima a la mecánica cuántica y la definición del tiempo: son esas relaciones las que confieren sentido a la experiencia, y no al revés.

Vallejo alcanza semejante logro con una obra que tiene tanto de ensayo como de autoficción, confesión, diario, manual (con perdón) de divulgación y novela histórica: un viaje, al cabo, en el que Vallejo aborda el pasado para explicar el presente (y viceversa) y en el que se dan cita lo mismo Virgilio que Anna Ajmátova, Heródoto que Scott Fitzgerald, Ovidio que Ray Bradbury. Hacía tiempo que unas páginas no devolvían al lector una impresión tan poderosa de pertenencia, de tradición y familiaridad; y, por lo mismo, se echaba mucho de menos una defensa tan a bocajarro del libro como concreción y prolongación de lo humano. He aquí un libro del año para todos los años.

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