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Inés Martín Rodrigo. Periodista y escritora

"La mayor virtud de la literatura es poder convertir lo corriente en extraordinario"

  • La autora reconstruye el prodigio de las vidas cotidianas en 'Las formas del querer', la novela con la que ganó el Nadal y un homenaje al poder de la palabra para recordar quiénes somos

La escritora Inés Martín Rodrigo, fotografiada este miércoles en una visita a Sevilla.

La escritora Inés Martín Rodrigo, fotografiada este miércoles en una visita a Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

Después de saber que sus abuelos, Tomás y Carmen, han muerto, Noray, la protagonista de Las formas del querer, la novela con la que la periodista y escritora Inés Martín Rodrigo ha conquistado el Premio Nadal, entiende que la palabra es la alquimia para revivir a los que se fueron, propiciar el milagro de su compañía. Martín Rodrigo (Madrid, 1983) afina el oído para retener las voces de quienes nos precedieron en esta ficción emocionante y hermosa sobre cómo la herencia moral de nuestros antepasados configura lo que somos.

–"No puedo seguir escondiéndome tras la apariencia de una vida normal. Ninguna lo es. Lo sé", escribe su protagonista. Las formas del querer propone una mirada a esas existencias que parecen anodinas y, a su modo, son excepcionales.

–Sí. Yo creo que una de las mayores virtudes que debe tener la literatura, si no la más importante, es esa capacidad para hacer de lo ordinario algo extraordinario. Admiro, por ejemplo, lo que consigue Alice Munro con sus cuentos maravillosos, ya quisiéramos algunos novelistas lograr lo que logra ella, por mucho que se considere al cuento el hermano menor de la novela. Con este libro he pretendido poner el foco en esas vidas cotidianas, esas existencias que transcurrieron y siguen transcurriendo de puertas adentro de nuestras casas, que son las casas de todos. Retratar esas vidas me ha permitido, eso me gustaría pensar, pasar de lo particular y lo personal a lo más o menos universal.

–Desde el nombre del personaje, Noray, un término que define a los postes en los que se amarra una embarcación, las palabras, el lenguaje, tienen una gran importancia en su obra.

–Había una intención premeditada por cuidar eso, sí. En la novela está muy presente el habla coloquial, porque la fuente de esta narración es la oralidad, que de hecho es la fuente primigenia de la que surge la literatura. Todos esos términos que he elegido con cuidado y detenimiento forman parte de mi historia personal. Me alegra que los lectores descubran conceptos como mestresiesta o leche migada, que aparecen en la novela, y que alguien, incluso, intente incorporarlos a su propio vocabulario. Eso es maravilloso, porque son palabras que han caído en desuso, que utilizaban o utilizan nuestros mayores, y me temo que esa riqueza oral y cultural maravillosa desaparecerá cuando mueran ellos. Buscaba que ese patrimonio no cayera en el olvido, y qué mejor manera de reivindicarlo que a través de la literatura.

Inés Martín Rodrigo. Inés Martín Rodrigo.

Inés Martín Rodrigo. / Juan Carlos Muñoz

–También le interesa la sabiduría popular. A una persona, se sostiene en el libro, se la conoce por cómo pela las patatas. Revelará así si es tacaño o despilfarrador...

–Esa sabiduría forma parte del pasado de todos. Cualquiera de los lectores se podrá identificar con algunas de las anécdotas o las vivencias que recoge la novela, se verá reflejado en alguno de los personajes. A veces tendemos a vilipendiar, a menospreciar, esa sabiduría popular, y me da rabia. Lo rural, si no es para convertirlo en una moda, una estampa en la que todo sea idílico, no nos sirve. Yo he tratado de ir a la esencia y de retratar lo que viví, cómo me educaron. Eso me configuró no sólo como persona, también como escritora.

–Uno de los fragmentos más emocionantes de Las formas del querer es la parte en que la abuela decide estudiar y conquistar así una autonomía que la sociedad le negaba...

–Parece mentira, pero desde la generación de Carmen ha transcurrido, no sé, medio siglo... Sería absurdo y bastante necio por parte de la gente más joven afirmar que no hemos cambiado, que no hemos evolucionado, ¡claro que lo hemos hecho! Ahora, las mujeres tenemos las mismas posibilidades que los hombres para estudiar. A mí me emociona también esa necesidad que tiene Carmen de aprender, de recibir una educación que no le han podido dar las circunstancias personales, también las circunstancias del país y de la época en que ella nació.

–Y al lado de esa mujer está el abuelo, un hombre educado para guardarse sus sentimientos, con la obligación de mostrarse "recio, adusto".

–Son personajes muy marcados por su tiempo. Igual que las mujeres tenían que aguantar la presión social, debían responder al papel de ser madres y si no lo hacían se las señalaba, los hombres tenían vetado expresar sus emociones. A Tomás se le caen las barreras, avanza así por amor a su nieta. Eso también es otra forma del querer.

"He vuelto a lo rural, a la esencia, porque ese lugar me configuró no sólo como persona, también como escritora"

–En esos años, como afirma uno de los personajes, era más respetable matar a alguien o robar el Banco de España que ser homosexual.

–Y no podemos olvidar que eso no pertenece a un pasado remoto, que forma parte de nuestra Historia reciente. Conviene que las nuevas generaciones sepan que estos episodios ocurrían hace nada. Este mediodía [se refiere al miércoles, el día que se hizo esta entrevista] alucinaba con la noticia de unos chavales que han apaleado a un profesor en Valencia porque era homosexual. Que situaciones así ocurran en la España de hoy resulta incomprensible, es algo que debe motivar una reflexión por parte de la sociedad.

–"Lo que no se nombra no existe", afirma Noray. Y la literatura se ha ocupado poco de un tema como la anorexia, que sufre su protagonista. Delphine de Vigan la retrató en Días sin hambre, pero se me ocurren pocos libros más. Y es importante que esa historia se cuente...

–Estoy totalmente de acuerdo en eso. Creo que la escritura es una herramienta muy eficaz a la hora de ponerle rostro a todas las historias humanas, historias que tienen detrás a una persona de carne y hueso que sufre, que a veces incluso está al borde de la muerte. A lo largo de los años, como lectora, nunca me había encontrado con una novela que describiera lo que yo viví, porque de algún modo fui egoísta y me apropié de la voz de Noray para poder contarme eso, con la perspectiva del tiempo transcurrido, para poder contárselo también a los lectores.. Me sentía huérfana de ese relato. Sé que cuando se usan una y otra vez determinados términos acaban vaciándose de significado, y eso se da con la palabra relato. Pero aquí la quiero usar porque es cierto: yo me sentía huérfana de ese relato. Es verdad que Delphine de Vigan escribió sobre la anorexia, y Amélie Nothomb también lo ha hecho, pero son pocas historias para todo ese dolor.

–La protagonista sabe que las almas gemelas existen cuando contempla a sus abuelos, pero después de esa generación, en el libro, viene un hogar roto y se suceden los afectos desordenados. ¿Hoy nos queremos menos?

–Creo que ahora, a ver cómo lo digo... nos exponemos menos a la hora de querer. No sé si andamos con más pies de plomo, o nos quedamos más en la superficie, pero me da la impresión de que antes se quería de una forma más profunda. Quizás sea un síntoma de la sociedad en la que vivimos, en la que le ponemos un filtro a la realidad y la dulcificamos. Vendemos que tenemos un amor o un trabajo perfectos, y parece que algo no nos interesa si no llega a esas cotas. Y por otro lado usamos esas expresiones horribles de amor tóxico o de mal querer, y yo siempre digo lo mismo: perdona, si es tóxico no es amor, y si te quieren mal no te quieren. Estamos lanzando mensajes muy contradictorios a los jóvenes.

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