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Gozo y misterio de la poesía | Crítica

Modernidad clásica

  • La reedición de los ensayos de Mandelstam sobre poética y literatura permite acceder a uno de los títulos fundamentales del movimiento acmeísta, clave en la renovación de la poesía rusa

Osip Mandelstam  (Varsovia, Imperio ruso, 1891-Vladivostok, Unión Soviética, 1938).

Osip Mandelstam (Varsovia, Imperio ruso, 1891-Vladivostok, Unión Soviética, 1938).

En la llamada Edad de Plata de la literatura rusa, que fue de Oro para la poesía, el nombre de Osip Mandelstam señala una cumbre que se alza con luz propia más allá de su pertenencia a uno de los movimientos que compitieron por superar la fatigada estética simbolista, contra la que arremetieron también los futuristas y los toscos abanderados del realismo socialista, que se apropiaron de la legitimidad revolucionaria y acabarían por sepultar el legado de sus rivales –o a los rivales mismos– bajo la pesada losa de la ortodoxia soviética. Como sus compañeros de aventura Gumiliov y Ajmátova, Mandelstam fue poeta y mártir, pero ni el carisma personal del autor de La mañana del acmeísmo, reconocido incluso por sus enemigos, ni la dramática peripecia de su vida –que contaría su viuda Nadiezhda en uno de los libros de memorias más impresionantes del siglo, Contra toda esperanza– pueden hacernos olvidar su obra, que tanto en verso como en prosa rehúye la especulación intelectual para confrontarse a las cosas.

Ficha policial soviética, donde se refleja el deterioro del poeta en sus últimos años. Ficha policial soviética, donde se refleja el deterioro del poeta en sus últimos años.

Ficha policial soviética, donde se refleja el deterioro del poeta en sus últimos años.

Para los acmeístas, el poeta es un constructor que trabaja con palabras, materiales de obra

Escritos entre 1910 y 1923, los ensayos que conforman Gozo y misterio de la poesía (1928) ya fueron publicados por El Cobre y vuelven ahora a la luz en un impecable volumen de Navona –preciosa la cubierta tipográfica– al cuidado del mismo editor y traductor, Víctor Andresco, quien destaca el valor de las reflexiones de Mandelstam a la hora de entender su compleja razón poética, atravesada por una voluntad de transparencia –la "hermosa claridad" predicada por Kuzmín– que puede resultar paradójicamente oscura. Para los acmeístas, el poeta es un constructor que trabaja con palabras, materiales de obra, cuyo uso obedece a una lógica minuciosa, apegada a la tierra. El lenguaje contundente, a veces casi oracular de Mandelstam puede sonar demasiado sentencioso, pero cuando analiza el trabajo de otros poetas, defiende la tradición clásica como fermento de la novedad o expresa su escepticismo sobre la idea de progreso aplicada al ámbito de las artes el ensayista muestra una lucidez agigantada por la calidad de su escritura. Pocos autores de su tiempo han tenido tan claro que la modernidad, frente a lo que predicaron los vanguardistas puros, exigía la vigencia del humanismo.

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