Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Sofía Segovia. Escritora

"La gente que no escucha el silencio acaba por desconectarse"

  • La autora publica 'El murmullo de las abejas', una novela en la que se mezclan miel, naranjas y la Revolución Mexicana.

Una noche la vieja nana Reja se levantó de su mecedora. Todos se sorprendieron de no encontrarla a la mañana siguiente, pues parecía imposible que la vieja hubiese abandonado su largo letargo. Salieron al monte a buscarla, esperando lo peor. Y allí encontraron a la vieja nana Reja con dos bultos bajo el brazo: un bebé con la boca deforme y un panal de abejas. Ante la insistencia de la anciana, la familia Morales Cortés adoptó a Simonopio, el niño que nunca podría hablar, pero al que siempre acompañarían los zumbidos.

Así comienza El murmullo de las abejas, la segunda novela de la escritora mexicana Sofía Segovia, que está conquistando a los lectores de ambas orillas del Atlántico. Segovia cuenta que fue muy cuidadosa buscando una editorial, pues no quería que le pasase como a su primer libro, Noche de huracán (2010). "Monterrey no es una ciudad que se distinga por su arte. Tiene una historia de lucha, y las ciudades que luchan no tienen tiempo para pensar en el arte. Cuando escribí mi primera novela era raro que alguien tocara en la puerta de las editoriales y por eso mi libro fue a parar al hoyo negro. Pero ahora la situación está cambiando".

En esta segunda ocasión la escritora se lo tomó con mucha paciencia. Investigó sobre cómo debía acercarse a las editoriales. Pero en México, lamenta, no hay mucha información sobre esos temas así que se encomendó "a San Google, que todo lo resuelve", y aprendió cómo se hace en otros países. "Yo le decía a mi marido: creo en mi novela. Pero dependo de un humano que quiera ir a dar click en mi email. Ahora bien, una vez que lea las primera páginas estoy segura de que me lo he ganado". Y tuvo suerte de que alguien hiciese click. Fue el sello Lumen. Al poco tiempo de publicarse en México se confirmó que se traduciría al inglés y se editarían versiones para toda Latinoamérica y España. Así, la triste historia de la primera se convirtió en el éxito de la segunda.

El murmullo de las abejas es una historia para ser leída con todos los sentidos. Sus páginas huelen a lavanda, ropa hervida con jabón blanco, a naranjas y miel. E incluso algunas pinceladas de realismo mágico parecen colarse entre sus líneas. Sin embargo Segovia es muy prudente con esta comparación, porque sabe que hablar de este movimiento significa hablar de los grandes literatos de Latinoamérica. "No me daba cuenta de lo que estaba escribiendo. Avanzada la novela miré para atrás y vi todos los elementos místicos. Eso no es algo que se pueda planear. Es la misma historia quien los va revelando. Son las propias supersticiones que tenemos como mexicanos". Y aunque es cierto que muchos pasajes son pura fantasía, se trata de un realismo mágico diferente, con un punto de cordura. Siempre hay un personaje que intenta desmontar las ilusiones y quimeras para volver a poner los pies en la tierra. "La historia se ubica en Linares, una región al noreste de México, puro desierto. Allí la vida es dura, y aunque hay mucha magia en el ambiente, la gente no puede, o no quiere, pararse a pensar en esas cosas. Tienen que ser prácticos para sobrevivir".

El contexto histórico es otro de los elementos que anclan la novela a la realidad. No se trata de un Macondo perdido en un tiempo inmemorial, sino que es el Linares de la Revolución Mexicana. Hay guerra, hay ejércitos, hay enfermedad. Pero lejos de escribir una novela histórica, la autora ha querido humanizar las experiencias, buscar las vivencias anónimas, los rostros. Dándole la vuelta a la cruel cita de Stalin, Segovia escribe: "Sin embargo, en enero de 1919, en Linares, poco interesaron esos datos, porque las ausencias no se midieron con números ni con estadísticas: se midieron con dolor". Para la mexicana, "los eventos en un libro de texto se ven fríos. Yo me pregunto: ¿qué se sintieron? Nadie quiere ser una estadística. Hay que imaginar lo terrible que fue la influenza española [aquí denominada gripe española], no saber si en el próximo estornudo ibas a morir tú". Pero además, con esta novela Segovia ha querido darle voz a una región que hasta ahora poco pocas ocasiones había tenido para expresarse. "La historia siempre se ha contado de manera centralista. Sin embargo Méxicos hay muchos. Éste es uno, el del noreste, y merece que su punto de vista sea conocido".

Resulta curioso que para dar voz a esa región la escritora haya creado unos personajes silenciosos, que no pueden hablar. La nana Reja lleva años sin apenas pronunciar palabra. Es vieja, poco más tiene que decir. Y en su juventud tampoco dijo mucho porque vivía sola, en el ostracismo, como una ermitaña en el monte. Simonopio está mudo por condición. Su boca deforme no le permite articular sonidos. También están las abejas, que aunque parcas en palabras, no lo son en significado. Con su murmullo regalan la expresividad a ese niño que ha sido condenado a estar mudo. "En su silencio está el misterio. Es lo que les diferencia de los demás personajes, tan terrenales. Los eleva. Con el silencio te interiorizas, te escuchas y puedes descubrir otros puntos de vista que de otra forma sería imposible oír. Mucha gente me pregunta por qué tuve que darle esa deformidad a Simonopio. Pero tenía que ser así, tenía que vivir en el silencio. La gente que no escucha el silencio acaba por desconectarse del mundo, de toda la información que les rodea. Se llenan la vida de ruido, incluso de sus propias palabras. Lo que le permite a Simonopio ser un gran oyente es su silencio. Entiende a las abejas y gracias a eso se salva a sí mismo y a su familia".

Las abejas en esta historia son casi unas "pitonisas". Van marcando el destino de la familia e incluso de la región. Saben que en esas tierras no corresponden ni la caña ni el maíz, sino las naranjas. Segovia las introdujo para darle un nuevo significado a los hechos históricos: "Resulta mágico, casi imposible de creer, que un presidente diga: quitemos las tierras a todo el mundo menos a los que, como yo, tengan árboles frutales. Es más creíble pensar que fueron las abejas las que desearon las naranjas", explica entre risas.

Sofía Segovia estudió Comunicación en la Universidad de Monterrey creyendo que sería periodista. Pero pronto se dio cuenta de que lo que a ella le gustaba era contar historias. Historias que podían ser de cualquiera contadas a través de cualquier medio. "Pueden ser visuales, por la radio, por el cine... Hasta de los videojuegos salen historias que inspiran. Mientras haya creatividad va a haber personas con algo que contar. Y ahí está el detalle, que sea una buena historia".

De hecho para Segovia no es un problema el giro que ha dado la sociedad de la comunicación, demandado cada vez más formatos tecnológicos y visuales. En su opinión eso no ha hecho mermar la sed de libros de las nuevas generaciones. "Ahora hay muchos jóvenes lectores, más que nunca. O por lo menos así se ve en México. Esto me da mucha esperanza porque aunque no todos los lectores se convierten en autores, sí todos los autores han sido grandes lectores".

Como casi todo escritor mexicano, Segovia admite la influencia de Juan Rulfo y Carlos Fuentes. Pero ella quiere reivindicar a los autores del norte, de su tierra. "Me interesan mucho Felipe Montes y David Toscana [ambos de Monterrey]. Están proponiendo mucho. Además creo que ahora van a surgir muchos autores del noreste. La ciudad está cambiando, se está creando un ambiente para ello, y hay muchos jóvenes escribiendo".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios