Cultura

Una emoción política

  • Errata Naturae dedica uno de sus volúmenes colectivos a analizar el imaginario de The Smiths, entre las angustias íntimas y la beligerancia social.

The Smiths. Música, política y deseo. Varios aurores. Fruela Fernández (ed.). Errata Naturae. Madrid, 2014, 264 páginas. 19,90 euros.

Hay que pararse a pensar unos minutos para lograr encontrar en la historia del pop casos similares al de los Smiths, que los hay, pero no abundan precisamente. Muy pocas bandas han tenido un impacto tan profundo y duradero en la música de su tiempo, y en un periodo tan corto de actividad además, del 83 al 87. Y si la mística y el magnetismo del grupo no pueden entenderse sin la tensión entre los dos polos de enorme talento que propulsaron al cuarteto de Manchester -Johnny Marr, el malote de la calle, el formidable y autodidacta guitarrista de los arpegios cristalinos, y Morrissey, el inadaptado solitario y quebradizo que se ha pasado la adolescencia escondido en el dormitorio, leyendo y soñando con cantar con los New York Dolls, para finalmente estallar de rabia y convertirse en una presencia sexy y de carisma arrollador-, tampoco se comprenden en su justa medida sin considerar otras tensiones, éstas más literales: las que se revolvían, de manera única, entre lo íntimo y lo público, entre una sentimentalidad hipersensible y tortuosa (en uno de los artículos se define a Morrissey con gracia como "una especie de Emily Dickinson atrapada en el cuerpo de James Dean") y un discurso político beligerante y frontal, tanto contra el neoliberalismo salvaje de Thatcher como, por ejemplo, en su vegetarianismo intransigente, que fijó incluso el título de uno de sus sus álbumes: Meat is Murder.

Inevitablemente irregular debido a su naturaleza colectiva, este libro puede leerse, por supuesto, como una invitación a volver a sus maravillosas canciones, melodramas comprimidos en unos pocos minutos embriagados de energía vibrante y poderosa, himnos sentimentales con voluntad de intervención política en su tiempo. De hecho, esto es lo que reivindica fundamentalmente el libro: la vigencia de sus discos, de su estética en toda su extensión, como paradigma plenamente contemporáneo, vigente y necesario, por lo que en cierto modo se lee también como llamada al rearme ideológico del pop en estos tiempos de tontería solipsista y sin embargo, en algunos aspectos ("desequilibrios territoriales, criminalización de la pobreza, violencia urbanística, precariedad del trabajo"), tan similares en lo social al momento en el que nació y sobre el que cantó el grupo. En su introducción, Fruela Fernández, responsable de la edición, lo deja muy claro: "Este libro", escribe, "no surge de una voluntad conmemorativa, sino de una afinidad conflictiva".

Ya el mismo nombre de la banda -el apellido más corriente y genérico de la lengua inglesa, cargado, como apunta en su artículo Alex Niven, de "tedio provinciano"- era en sí mismo una declaración de intenciones, absolutamente congruente tanto con la filiación del grupo con el hombre común de la calle como con la escasa complacencia con que ejercieron esa cercanía, a la vista del desprecio satírico con el que reflejaron la cotidianidad de la sociedad deprimida y (pos)industrial del norte de Inglaterra. Hace cuatro años, en un episodio que se hizo muy conocido, a David Cameron le dio un ataque de persona enrollada y proclamó cuánto le gustaban The Smiths, y acabó encontrándose enfrente a Johnny Marr, que como sus viejos compañeros procede de una familia de la clase trabajadora; el guitarrista "prohibió" públicamente al primer ministro británico que siguiera manifestando su admiración por la música del grupo: entendía que al omitir las condiciones históricas que la explican, la banalizaba.

Así se las gastaban y se las gastan, pero el grupo, como se ha dicho ya, supo también conectar sin demasiados sobresaltos esa dimensión política con la individualidad exacerbada de ese Oscar Wilde de la calle que es pero sobre todo fue Steven Patrick Morrissey, intérprete brillante y extraordinario letrista con especial talento para firmar canciones inolvidables sobre la angustia existencial y los anhelos insatisfechos. Casi exclusivamente en torno a su figura giran algunos de los textos del volumen. Uno de ellos explora la fijación que siempre tuvo con Thatcher, a la que, ya en solitario, acabó dedicándole la canción Margaret on the Guillotine no exactamente con sus mejores deseos; la parte más interesante, no obstante, es la que propone una lectura del personaje como enemigo de ella por necesidad u obligación moral, pero en el fondo hecho del mismo barro: no en vano, "si el thatcherismo predicaba el evangelio de la autosuficiencia, el estoicismo y la agresividad", muchas de sus letras "plantean la noción de un individualismo heroico que triunfa sobre la estupidez colectiva y que, por el camino, no se molesta en ser amable o compasivo".

Otros artículos abordan asuntos como la astuta construcción de su imagen (desde su ambigua identidad sexual a su supuesto celibato), pero, como prueba el esplendor de una discografía no superada ni igualada por el cantante en su carrera en solitario, los Smiths fueron algo más que Morrissey Con Otros Tres. Por eso, tras comenzar con un artículo que reivindica -sesgada y muy discutiblemente- al grupo como principal precursor del indie pero que aporta claves certeras para penetrar en el imaginario del grupo, y antes de terminar con los textos de los músicos (un fragmento de una novela de Joe Pernice, sendas evocaciones personales de tono literario-impresionista a cargo de Nacho Vegas, Antonio Luque y Manu Ferrón) o con la reflexión (a varias voces) de Víctor Lenore sobre el impacto de la banda en la España de los 80, el libro ofrece aún materiales para ahondar en el grupo, como el texto de Alberto Santamaría en el que observa a The Smiths como fruto de una reescritura del paradigma nihilista del punk una vez que éste desfalleció como movimiento socialmente significativo.

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