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De libros

Radicalmente libres

  • Medio siglo después de la fundación de la editorial, símbolo de la resistencia antifranquista, BackList publica una antología de los 'Cuadernos de Ruedo ibérico'

La Transición en 'Cuadernos de Ruedo Ibérico'. Varios autores. Ed. Xavier Diez. Blacklist. Barcelona, 2011. 464 páginas. 21,50 euros.

Su nombre era José Martínez Guerricabeitia, pero a Pepe Martínez todo el mundo lo llamaba por el apellido. En 1961, hace ahora medio siglo, fundó en París Éditions Ruedo ibérico, junto a otros exiliados republicanos -Nicolás Sánchez-Albornoz, Ramón Viladàs, Vicente Girbau y Elena Romo- que durante años acogieron los libros que no podían ser publicados en España. Ayudado por su compañera Marianne Brüll, que ejercía de secretaria de la editorial y ha luchado tras la muerte de Martínez -de la que se ha cumplido este año un cuarto de siglo- por mantener viva la memoria de su legado, el editor valenciano publicó decenas de títulos valiosos que eran introducidos en la península por una red de colaboradores clandestinos. Hace algo más de una década, Albert Forment ganó el Premio Anagrama de Ensayo con una exhaustiva biografía titulada José Martínez: la epopeya de Ruedo ibérico, donde puso los cimientos para el rescate de una figura clave de la edición española que no ha recibido, ni al final de su vida ni ahora, el reconocimiento que merece.

Cuando Martínez regresó a España, como les ocurrió a otros exiliados, se sintió excluido de los nuevos tiempos. Algunos de los antiguos colaboradores, encumbrados por el nuevo régimen, se distanciaron del veterano editor, la empresa fue languideciendo y al poco tiempo cerró sus puertas. Lo fácil sería decir que murió de éxito, pero no fue así, porque el programa que defendía no era precisamente socialdemócrata y en todo caso Martínez vivió la decadencia y caída de la editorial como una experiencia muy amarga. Para mayor escarnio, murió el mismo día en que se celebraba el referéndum de la OTAN. En palabras de Sánchez Albornoz, Martínez "había dado plataforma a la intelectualidad antifranquista en tiempos en que la frustración era total", pero no encontró su lugar en la incipiente democracia.

Hace unos meses, BackList reeditó uno de los grandes éxitos de la editorial, Nuestros primeros veinticinco años de Luciano Rincón, íntimo amigo y colaborador de Martínez. Ahora publica una antología en la que Xavier Diez ha recogido algunos de los artículos publicados por Cuadernos de Ruedo ibérico, la influyente revista de la editorial y uno de los referentes ineludibles de la oposición a la dictadura. Como deja ver el propio título, los artículos seleccionados no cubren toda la trayectoria de la revista, cuyo primer número había aparecido en 1965, sino los convulsos años de la Transición, un periodo que coincide más o menos con la segunda época de los Cuadernos (1974-1979), cuando José Manuel Naredo y Joan Martínez Alier se hicieron cargo de la publicación en lo que acabaría siendo su última etapa. Al segundo de los autores citados se deben el prólogo y no pocos de los artículos recogidos en la selección, que recuperan un discurso impugnador del famoso consenso que permitió liquidar -o a su juicio no tanto- la nefasta herencia del franquismo.

Sin entrar aquí a valorar la tesis, ciertamente discutible, que califica la española como una democracia incompleta, ni volver tampoco al debate sobre la oportunidad de perseguir, a estas alturas del siglo, los crímenes nunca juzgados de la dictadura, muchas de las opiniones defendidas en estos artículos -como la que apunta a la continuidad del régimen anterior bajo la monarquía restaurada- fueron entonces minoritarias y nunca han dejado de serlo. Ahora bien, el compendio tiene la virtud de documentar que existió una oposición al "relato oficial" -como lo llama Diez- de la Transición y que sus artífices han sido hasta cierto punto silenciados. Podemos dar la razón al antólogo cuando sostiene, por ejemplo, que la Ley de Amnistía lo fue más bien de punto final, pero es difícil hacerlo cuando afirma que el cambio de modelo fue impuesto a los ciudadanos. Tampoco convence su explicación del malestar "periférico", pues la permanente tensión centrífuga proviene en primer lugar de la falta de lealtad de los nacionalistas -que ya se pudo comprobar durante la Guerra Civil e incluso en el tiempo de la República- para con el proyecto común de España.

Desde la distancia, más que la retórica y los argumentos, que en efecto han recobrado actualidad con la querella a propósito de la memoria histórica, lo que más sorprende es la independencia de que hizo gala la revista, y para valorar su alcance hay que volver de nuevo a Martínez. Hijo de anarquistas, excombatiente y último secretario de la FUE en el exilio, el editor fue toda su vida un libertario. Nunca se plegó a las consignas de los comunistas, como demuestra el hecho de que acogiera a los expulsados Semprún y Claudín, el primero de los cuales ejerció como redactor jefe de los Cuadernos en la primera época de la revista. "Radicalmente libre", decía uno de los eslóganes de la editorial, sobreimpreso en los colores inequívocos de la bandera rojinegra. Ese deseo de libertad, y el valor de defenderla cuando muchos callaban a la espera del momento propicio, son tal vez el más perdurable legado de Ruedo ibérico, de Martínez y de todos los que batallaron a su lado.

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