De libros

México bárbaro

  • Donde mueren los dioses. Suso Mourelo. Gadir. Madrid, 2011. 270 páginas. 15 euros.

"El cielo se arroja a un pozo rosa. Una nube de sangre llueve sobre el pueblo y, entre las nubes que cubren el cielo, se abren agujeros que lanzan flechas de oro". La descripción de este anochecer en Belem, un poblado del norte de México, es el de un hombre arrebatado por la extraña belleza de un territorio mágico.

El periodista Suso Mourelo (Madrid, 1965) conoció México trabajando a caballo entre un museo de Indianápolis en el que reclutaba obras barrocas y la universidad de Guadalajara, en la que impartía clases. Allí descubrió un material que necesitaba ser escrito y quiso emular a los viajeros del XIX que habían transitado los desiertos que son hoy la frontera enloquecida por la violencia del narco. Su técnica de rastreo, al igual que ya hizo en sus libros sobre China y Mongolia, se la da su oficio -"voy y pregunto"- y el pulso literario se lo dan lecturas (Juan Rulfo a la cabeza) que le acompañan en el viaje y que nos reseña según se adentra en ese paisaje poblado de personajes legendarios.

Para su tarea, Mourelo se buscó una brújula, la peripecia de los indios yaquis, un pueblo víctima del destierro y el genocidio, mercancía esclava de los hacendados a principios del siglo XX y cuyas andanzas fueron relatadas en 1908 por el viajero americano John Kenneth Turner en su libro México bárbaro. Justo un siglo después, en 2008, Mourelo siguió las huellas de Turner y los yaquis y el resultado es este coqueto volumen de Gadir, una editorial hechizada por el género de viajes, que nos traslada al México de hoy, donde, en sus entrañas, se reivindica el alma de los viejos dioses.

Donde mueren los dioses sitúa al lector en la frontera norte y lo traslada en cautiverio hasta Yucatán, la misma estación término de los yaquis. En ese viaje México se nos revela en toda su fascinante contradicción. Y son ellos, los más antiguos mexicanos, los que hablan, los que nos señalan un destino marcado por un pasado de sangre.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios