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Cultura

Economía para infantes

  • '¡SIEMPRE EL DINERO! '.Hans Magnus Enzensberger. Trad. Carles Andreu. Ilustraciones de Javier Mariscal. Anagrama. Barcelona, 2016. 16,90 euros.

Cunqueiro recordaba cierta expresión de León Bloy, en la que se revela su aciaga concepción del dinero. Según Bloy, en el mundo sólo había las treinta monedas de Judas y los réditos que había generado desde entonces. De ese modo, Bloy duplicaba el carácter espurio del dinero, añadiéndole a su crimen inicial una larga tradición de agiotismo, usura y avaricia, extraída quizá de algún atrio románico, donde aún perdura la leyenda del "Judas mercator". No es ése, desde luego, el tenor de esta breve y pedagógica novela de Ezensberger, destinada a un público juvenil y, por tanto, ayuno de capitales. A pesar de ello, es posible encontrar en ¡Siempre el dinero! cierta idea de fatalidad, cierto conservadurismo irónico, que agravan la riqueza con una pesadumbre de siglos y convierten al hombre acaudalado en una especie de convaleciente. Un convaleciente, en cualquier caso, ufano de su convalecencia, y cuya suerte es admirada por quienes no viven afligidos por el mal del oro.

Es difícil ubicar ideológicamente a este Enzensberger de ¡Siempre el dinero! Y es probable, por lo demás, que no sea necesario para dar una explicación a las presentes páginas. En ¡Siempre el dinero!, lo que se se ofrece no es tanto una lección de Historia de la Economía como un conciso manual para sobrevivir a la condena bíblica ("Ganarás el pan con el sudor de tu frente"). De ahí que las enseñanzas de la anciana millonaria Fé a sus jóvenes sobrinos pequeñoburgueses vengan teñidas por el escepticismo. Si la acaudalada, si la extravagante Fé, protagonista de esta nouvelle, ha conocido la persecución, la opulencia y la ruina, tampoco ignora que el dinero es un oficio para el que casi nadie se encuentra capacitado.

Cabría concluir, por tanto, que el mensaje de Enzensberger no es más que una versión centroeuropea del carpe diem, que nos invita a disfrutar del dinero. Y sin embargo, tal vez se trate de un modesto tratado de epicureismo: soportar al Estado, conllevar la escasez y no cegarse por el azaroso brillo del Becerro de Oro. En cuanto a la economía actual, digamos que Enzensberger la compara, no sin motivo, a una rama de la astrología judiciaria.

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