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Alba del mecanicismo

El lector curioso y erudito quizá recuerde alguna obra de Insúa, de entre aquellas que le proporcionaron fama los albores del XX. Quizá su novela más conocida sea también la de título más incómodo y recusable para la estrechez hodierna: El negro que tenía el alma blanca. No es su labor novelística la que aquí se recoge, sin embargo, sino el fruto de su larga corresponsalía parisina, a instancias del diario ABC, cuando la Gran Guerra había divido a los españoles (¿fue entonces cuando Machado señaló la formidable "cólera del español sentado"?) entre aliadófilos y germanófilos, en infinita pugna vespertina, diseminada por todos los cafés del reino. Es, pues, la muy notable obra periodística de Insúa, español nacido en Cuba en 1883, la que Santiago Fortuño Lloréns recaba en este volumen, uniendo los dos tomos que Insúa había publicado (ambos en 1917, y en la editorial Renacimiento), cuando aún seguía vivo aquel vasto ceremonial de muerte.

Son muchas las virtudes de este volumen, y todas se sustancian, todas descansan en la vibrante y refinada prosa de Insúa y en su sólida cultura. Inevitablemente, muchos de los nombres que atraviesan estas páginas yacen hoy en la tiniebla. No así, sin embargo, cuanto Insúa adivina en el conflicto europeo y cuanto afecta a España. Como es lógico, en Insúa hay mucho del "dolor de España" que instiga el 98 y que aún modulará el pensamiento y la obra de las siguientes generaciones: la del 14 y la del 27. No obstante, lo que aquí encontramos no es ya un vago condolerse, sino las consecuencias concretas que la neutralidad traerá a una nación iletrada y pobre, fuera del concurso de la gran Europa.

Con todo, el mayor interés que hoy ofrecen estas piezas es un interés que cabría llamar histórico-cultural, común en los testimonios de aquella hora. Me refiero al estupor con que se reciben, no sólo la abrupta mecanización de la guerra, sino una nueva forma de terror que Insúa adivina en los bombardeos del Zeppelin, pero que obtendrán su carta de naturaleza en Guernica. Esa nueva forma de barbarie es la que aquí vemos crecer, brillante, robusta y ominosa.

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