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Mariano Barroso | Director de cine y presidente de la Academia del Cine Español

“¿El modelo francés? Es fácil: o asumes que el cine es algo esencial o no lo asumes”

  • El realizador recibe el Premio Retrospectiva ‘Málaga Hoy’ este viernes en el Teatro Cervantes

  • Antes, confirmó en esta entrevista que continuará al frente de la Academia de Cine hasta el final de su mandato el año que viene

Mariano Barroso (Barcelona, 1959), antes de la entrevista.

Mariano Barroso (Barcelona, 1959), antes de la entrevista. / Marilú Báez (Málaga)

Verdadero verso suelto del cine español, director de películas como Éxtasis (1995), Los lobos de Washington (1999), Hormigas en la boca (2005) y Todas las mujeres (2013) además de series como La línea invisible (2020), Mariano Barroso (Barcelona, 1959) es también presidente de la Academia del Cine Español, en la que seguirá al frente hasta el fin de su mandato, el año que viene, contra los rumores que aventuraban un desenlace anticipado. Barroso recibe este viernes en el Teatro Cervantes el Premio Retrospectiva Málaga Hoy que concede el Festival de Málaga.

-En esta edición del festival se presenta el libro Nunca quise ser un outsider, que reúne sus conversaciones con Alejandro Hernández. ¿En qué medida hace el título honor a la verdad?

-Es que creo que sí lo soy, aunque no quiero serlo. Pero lo soy no por el cine que hago, sino por el hecho de ser cineasta. Todos los que hacemos cine en España somos unos outsiders porque el cine no acaba de estar imbricado en la sociedad. Si observas la industria del cine en Francia, en Hollywood o en Nueva York encuentras que allí los cineastas pertenecen a una comunidad de artistas en la que eres uno más, te relacionas con un todo como una mera parte del mismo. Aquí tengo la sensación de que cada día tienes que poner las calles para hacer cine. Y no lo digo como una queja, sino como una mera constatación que, por otra parte, tiene sus propios alicientes. En lo que a mí respecta, sí que me siento identificado como cineasta con otros muchos, empezando por los grandes, como Berlanga, Saura o Borau. Justamente me siento muy cerca de José Luis Borau porque él sí que era un outsider.

-Respecto a la industria, llevamos años debatiendo sobre el modelo francés de cuota de pantalla. ¿Que llegue a aplicarse es cuestión de voluntad política?

-Es fácil, todo se reduce a una cuestión de principios: o asumes que el cine es algo esencial, fundamental para la identidad de un país, o no lo asumes. Por razones diversas en Francia lo asumieron en su momento y la política que desarrollan respecto a su cine se atiene a eso. Pero aquí en España no tenemos nada parecido. Y cuando recuerdas que es posible desarrollar modelos como el francés de inmediato te acusan de ser un quejica y de no hacer nada más que pedir, pero insisto, es una cuestión de identidad. Piensa en Berlanga: no hay ninguna enciclopedia, ningún documento, ningún testimonio que refleje con más fidelidad y alcance la España contemporánea que su obra. Lo que Berlanga presenta en su cine es España, y no hay más que añadir, sobran las palabras porque no se puede contar mejor. De modo que quien no concede al cine un lugar prioritario, ya sea un político, ya sea una institución o a veces los propios cineastas o quien sea, se equivoca. Luego, si sale Almodóvar en la portada de Time, si Antonio Banderas triunfa en Hollywood o si un director español logra traspasar las fronteras y emocionar a todo el mundo con su película todo el mundo se rinde ante eso, pero el cine es, antes que todo eso, un testimonio fiel de la propia identidad. El modelo francés representa lo que queremos llegar a ser, pero va a ser muy difícil llegar ahí. En Francia, el cine está muy ligado a la sociedad. Sería muy complicado reproducir eso en España.

"El Festival de Málaga lleva 24 años apostando por crear lazos elocuentes entre el cine y la sociedad"

-Pero ¿qué pasos concretos podrían darse en esa dirección?

-Bueno, precisamente el Festival de Málaga lleva 24 años apostando por un formato que establece lazos muy elocuentes entre el cine y la sociedad. Y lo hace arropado por patrocinadores muy importantes, lo que demuestra que ese formato es rentable, porque si no lo fuera esas marcas no estarían. Y no hablo sólo de rentabilidad económica: si en algún sitio se puede comprobar hasta qué punto el cine español puede aportar una identidad a la sociedad es aquí.

-Más allá de Borau y del cine español, ¿tiene algún referente al que haya querido parecerse como director con más empeño?

-Es inevitable ver una película o una secuencia y pensar “me encantaría hacer algo así”. Durante muchos años, Martin Scorsese ha sido para mí una escuela muy notable como contador de historias y como estilista. Exprime al máximo todas las herramientas que ofrece al cine, escarba en lugares incómodos y sabe calibrar muy bien lo que cuenta y cómo lo cuenta. Pero son muchos los cineastas que me gustan. Últimamente he estado revisando la filmografía de Truffaut y es una verdadera maravilla.

-Tras el paisaje asentado en el último año a cuenta de la pandemia, ¿es optimista respecto al equilibro entre la preservación de las salas de cine y las oportunidades de trabajo que entrañan las plataformas a los cineastas?

-Estoy seguro de que el público no va a renunciar a las salas para ver cine. Hace unas semanas vi una película que me encantó, Una joven prometedora. Primero me enviaron un enlace para verla online y me la puse en el ordenador. Comenzó a interesarme mucho, pero la paré en cuestión de una hora porque tenía que hacer otra cosa y luego, la verdad, la olvidé. Al cabo de unos días se estrenó en salas, fui a verla y me conmovió profundamente. El impacto me duró tres días. Es decir, la experiencia en la sala no tuvo nada que ver con lo anterior, dejó un calado profundamente distinto, tanto que me sorprendió. No vamos a renunciar a las salas, al modo en que una historia nos conquista en la gran pantalla, a todo lo que deja en nosotros. El cine no es sólo lo que se proyecta desde un disco duro, también es todo lo que transcurre entre la pantalla y los ojos. Es también el alma, el peso del humo, algo intangible que sucede en un lugar distinto de lo físico y que sólo se da en las salas de cine. Dicho todo esto, para ser prácticos, creo que será en septiembre, a la vuelta del verano, cuando podremos comprobar qué paisaje queda y cómo evolucionan las cosas.

-Me decía en una entrevista anterior que va a completar su periodo en la Presidencia de la Academia de Cine hasta el fin del plazo el año que viene. ¿Se mantiene firme en la idea?

-Sí. No es cuestión de que parezca que los presidentes salimos huyendo, espantados.

-¿Y cómo describiría el estado de salud de la Academia, especialmente en cuanto a cohesión?

-Estamos satisfechos en gran medida de lo que estamos haciendo. Llevamos muchos proyectos adelante. La semana que viene inauguramos en Madrid una exposición muy especial y ambiciosa por el centenario de Berlanga que después visitará otras ciudades. Ponemos en marcha muchas actividades durante el año, aunque no todas tienen la relevancia de los Goya, que al fin y al cabo es nuestra propuesta más conocida. La Academia tiene más miembros que nunca, unos 1.900. Y está muy activa. Dentro de la incertidumbre general del medio, en la Academia se vive una cierta sensación de que seguimos aquí, de que incluso las circunstancias nos han conectado aún más. Vamos surfeando las olas conforme van viniendo.

El presidente de la Academia de Cine, en una estampa malagueña. El presidente de la Academia de Cine, en una estampa malagueña.

El presidente de la Academia de Cine, en una estampa malagueña. / Marilú Báez (Málaga)

-En cuanto al premio Retrospectiva del Festival de Málaga, ¿tiene algún título predilecto en su filmografía?

-Tengo clara la respuesta en sentido contrario. Hay alguna película que he hecho y de la que deseo mantenerme alejado.

-No me diga

-Sí. No siempre los recuerdos son precisamente buenos, tanto en lo profesional como en lo personal. Igual que en cualquier trabajo.

-Pero, ¿hay alguna película por la que le gustaría ser recordado?

-Yo haría un montaje especial con fragmentos de algunas películas, con momentos que reuniría en una película nueva. Una especie de collage. Ésa sería mi carta de presentación. Le tengo cariño a Éxtasis, también a Mi hermano del alma y a Todas las mujeres. Y a las series. El cine te devuelve multiplicado por cien todo lo que le das, cada esfuerzo, cada hora invertida. Y, sobre todo, nos aporta identidad, la certeza de pertenecer a un colectivo al que contribuimos con las historias que contamos.

-¿La realización en el cine y en la televisión se traduce para usted en dos oficios distintos?

-Mi oficio consiste en contar historias a través de las emociones y de las imágenes y con el apoyo de los actores. En ese sentido, no hay diferencias. Además, los tiempos y los procedimientos de la televisión son ya muy parecidos a los del cine, si bien con las series no es tan fácil comprobar las reacciones del público como en un estreno.

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