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Vanessa Springora: historia de una niña de 13 años seducida por un señor de 51

  • La editora y escritora francesa narra crudamente en 'El consentimiento' la tortuosa y abusiva relación que mantuvo con el escritor Gabriel Matzneff, quien en sus propios libros admitiría luego su gusto por la pedofilia

La editora y escritora francesa Vanessa Springora.

La editora y escritora francesa Vanessa Springora. / Julien de Rosa (Efe)

El nuevo libro de la editora y escritora francesa Vanessa Springora, El consentimiento, iba a ser un relato intimista sobre el abuso que sufrió siendo menor por parte de un conocido escritor, pero su testimonio se convirtió en un éxito de ventas y un dedo acusador contra quienes hicieron pasar al pederasta por artista. El libro, que ha suscitado enormes expectativas y saldrá y se publicará en más de 20 países, llegará a las librerías españolas este jueves de la mano de la editorial Lumen. 

En poco más de nueve meses, la historia de los dos protagonistas ha cambiado por completo. Él, Gabriel Matzneff (1936), ha dejado de ser un escritor premiado y subvencionado por el Estado para convertirse en un paria apoyado por círculos marginales; ella (1972) ya no es una editora desconocida, sino el rostro de una incómoda constatación: todos lo sabían y nadie hizo nada.

"Es imposible separar la obra del hombre porque él siempre ha reivindicado sus libros como autobiográficos. ¿El artista está por encima de la ley? Si lo mismo hubiera pasado con un profesor de gimnasia nadie lo habría tolerado, pero con él sí porque había una visión francesa muy elitista de la literatura, que ponían por encima de la moral y la ley", critica Springora.

Ella tenía 13 años, él 51. Se conocieron en una de las cenas literarias a las que asistía la madre de Springora, responsable de prensa de una editorial, que habían permitido a una joven soñadora crecer entre libros y figuras como Gabriel García Márquez o Umberto Eco. En uno de esos encuentros coincidió con Matzneff o, como ella lo nombra en el libro, "G.", y tras una veintena de cartas en las que le juraba desearla y necesitarla, Springora cayó bajo su embrujo.

Autor de ensayos como Les Moins de seize ans ("Los menores de 16 años"), publicado en 1974, y de una serie de diarios donde narraba sus relaciones con niños de entre 9 y 15 años, Matzneff se había hecho un hueco en el mundo de las letras de los años 80, sobre todo tras publicar una carta abierta en la que defendía a varios encarcelados por haber tenido relaciones con menores. Difundida en Le Monde, la tribuna recibió el respaldo de intelectuales como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Roland Barthes o Jack Lang.

"Publicar el libro ha sido mi forma de pedir una reflexión, una autocrítica a las instituciones que han fallado en este caso. Empezando por sus editores y la prensa, que lo publicaron y publicitaron sin interrogarse, pero también a mis padres, que no supieron protegerme", dice Springora.

"No es posible separar al hombre de la obra"

Aquel escritor con aires de dandi iba a buscarla al colegio y paseaba con ella por París, antes de pasar las tardes juntos en su casa. "A los 14 años, se supone que un hombre de 50 no te espera a la salida del instituto, se supone que no vives con él en un hotel ni te encuentras en su cama, con su pene en la boca, a la hora de la merienda", escribe en el libro con una pluma analítica, facilitada por años de psicoanálisis para superar el trauma.

Pese a haberse separado de él tras varios años de relaciones, Matzneff, que hoy tiene 84 años, ha pasado su vida tratando de contactar con ella, retratándola en sus libros bajo el nombre de "V" y publicando sus fotos con 14 años en su web. Víctima y heroína de una serie de libros en los que no quería aparecer, quedó en ellos retratada como una traidora que lo había abandonado, una joven celosa y algo histérica, como todas las chicas de sus libros.

"Él ha vivido en la negación del daño que estaba haciendo", dice, tras haber conocido la experiencia de otras menores que fueron víctimas de Matzneff, editado en Francia por Gallimard que ha retirado su obra de las librerías. Springora preconiza una solución más pedagógica: reeditar sus textos con advertencias y un comentario crítico sobre por qué pudieron ver la luz sin que la sociedad se opusiera.

"Lo que realmente me hizo decidirme a escribir fue el premio Renaudot que recibió en 2013 y tener hijos adolescentes en casa. Es fácil seducir a una adolescente que simplemente sueña con ser amada y quiere existir a ojos de un hombre que es famoso, tiene autoridad y carisma", señala. "Pero no puede ser que en pleno siglo XXI todavía haya críticos literarios de prestigio que lo recompensan sin tener en cuenta la dimensión pedófila de su obra", añade.

Es paradójico que Springora haya encontrado en los libros la liberación y el castigo del autor: escapó de Matzneff cuando logró leer sus diarios y saber que el hombre al que creía amar era un usuario de prostitución infantil en Filipinas. "Me sentí sucia, cómplice. Sentí que amarlo era una forma de respaldar sus actos con niños obligados a prostituirse. Comprendí que él reciclaba en sus libros sus historias de amor con menores y supe que yo era la próxima en la lista", dice. Treinta años después, se ha redimido convirtiéndolo, como él hizo con ella, en el antihéroe de su novela.

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