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El futuro ya está aquí

  • El héroe de ciencia ficción Flash Gordon debutó en la prensa estadounidense para competir con el por entonces muy popular Buck Rogers

Detalle de la portada del volumen.

Detalle de la portada del volumen.

Alumbrado en 1934 por Alex Raymond, el héroe de ciencia ficción Flash Gordon debutó en la prensa estadounidense para competir con el por entonces muy popular Buck Rogers. Los diez años de páginas dominicales dibujadas por Raymond son una de las cúspides de la historia del cómic, de una perfección visual pocas veces alcanzada en el medio. La fama y el legado de Gordon han terminado siendo muy superiores a los de Rogers, y la influencia de aquellas viñetas primeras llega hasta hoy. Con todo, tal como escribió en su día Antoni Guiral: "En realidad, el argumento de esta primera etapa de la serie no aporta prácticamente nada al género de la ciencia ficción, aunque sabe combinar con acierto los elementos que componen esta space opera, tanto por su ambientación (un planeta, Mongo, dividido en zonas muy distintas: la selvática Arboria; la cálida Trópica; la región polar, Frigia) como por sus personajes (...). Flash Gordon es, en esencia, el prototipo más básico del héroe: atleta consumado, bien formado físicamente, rubio, valiente y de personalidad un tanto anodina; o sea, la figura sobre la que pivotan los hechos. Donde Flash Gordon destaca por encima de la media de los años 30 es en el elaborado estilo de su dibujante".

Desde el punto de vista argumental, el personaje no alcanzaría todo su potencial hasta la década de 1950, cuando un artista limpio y cuidadoso como Dan Barry se hizo cargo de las tiras diarias. La propia ciencia ficción se había desarrollado enormemente en este tiempo, de tal manera que dicha década se puede considerar una verdadera edad de oro del género en otros ámbitos como la literatura o el cine. Citando ahora al escritor Rafael Marín, traductor y prologuista del volumen editado por Dolmen: "Dan Barry aceptó el desafío de ponerse los zapatos de Alex Raymond, remozar la tira de arriba abajo, ponerla al día y convertirla en ciencia ficción moderna... y además tuvo carta blanca para hacerlo. De entrada, acorde con los tiempos (...), Barry ofrece una narración poderosa, un juego narrativo que alterna las explicaciones pseudocientíficas, los gadgets ad hoc y el regusto por la máquina y la tecnología con figuras hermosas y personajes que acercan la serie al realismo".

En el apartado literario, Barry colaboró al inicio con un genio como Harvey Kurtzman, y, en la parte gráfica, tuvo la asistencia de artistas tan renombrados como Jack Davis, Frank Frazetta, Al Williamson o Roy G. Krenkel, lo que implica que el resultado es sencillamente glorioso. Dolmen comienza ahora la recuperación de esta obra maestra del cómic, y lo hace con un tamaño de página parecido al de la anterior edición de Panini (que se truncó nada más empezar), pero con una reproducción de las tiras más amplia. Además de todo el material allí incluido, el primer tomo de Dolmen incluye otra aventura más, Los chicos del espacio, de cerca de 50 páginas (a tres tiras por página), es decir, que van reunidas las tiras desde el 19 de noviembre de 1951 hasta el 24 de octubre de 1953. Una gozada de principio a fin.

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