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Joyas francobelgas

  • La editorial Dibbuks trae como novedad a las librerías dos obras imprescindibles para los amantes de la mejor historieta gala

Si repasamos el catálogo de la editorial madrileña nos vamos a percatar de que ésta tiene una especial atención en publicar títulos creados en el país vecino, Francia. Y tenemos la increíble suerte de que en este mes de febrero vayan a coincidir la publicación de dos maravillas de la viñeta.

En primer lugar, El joven Alberto, recopilación de las tiras publicadas en los años ochenta en una cabecera mítica. La revista Metal Hurlant, con la variedad y calidad que la caracterizó siempre, dio espacio y libertad a uno de los grandes autores de la bande dessinée, nada más y nada menos que el prematuramente desaparecido y muy añorado Yves Chaland, uno de los padres de la bautizada como "línea clara", que abogó en sus obras por una bd que volviera a sus orígenes. En el aspecto gráfico ha influido en multitud de artistas, dejando su huella imborrable y sus obras mantienen la misma frescura y originalidad que desde el primer día.

Y estas peripecias del lenguaraz Alberto no van a ser menos y se caracterizan por sus argumentos, ya que no esperéis aquí las típica (y tópica) sucesión de chistes. Muchas de las historias que se cuentan no son fáciles de digerir, como tampoco lo es la personalidad de su protagonista, un chaval de barrio pobre, huérfano de padre y que pasa casi todo el día en la calle, ideando maldades junto a su eterno acompañante y amigo Fifí, el cual es el objetivo casi eterno de sus bromas y golpes.

Con una socarronería única e imaginación desbordante, Chaland nos presenta a este personaje único que está provisto de unos conocimientos que lo convierten en el centro de toda reunión. Junto a él vamos a conocer sus primeros escarceos con la bebida, un extraño viaje a los infiernos, la incongruencia de algunos de sus comportamientos, los elaborados e inútiles planes de venganza hacia un pandillero llamado Caronte… Y la crudeza de la guerra, que convierte la ciudad de un cementerio en ruinas. Y en medio de ella, el juvenil amor hacia una guapa enfermera.

Todo esto y mucho más podremos encontrar de la mano de este golfillo callejero llamado Alberto.

Y de ahí, sin abandonar la ciudad de Bruselas, saltamos a una nueva entrega de la línea Una aventura de Spirou… (con un nuevo formato más grande) que, en esta ocasión viene firmada por Èmile Bravo, autor de ascendencia española que nos ofrece, en mi opinión, una de las mejores y más importantes historias dentro de la ya larga trayectoria de este botones de pelo rojizo.

¿Y por qué es esto? Pues, en primer lugar, en este 'Año Uno' vamos a conocer el verdadero nombre y origen del jovenzuelo, que no nació con el sombrerito de botones sobre su pelirroja testa. Un comienzo que ya da el tono de la historia con la que nos vamos a encontrar, una vez leído el prólogo de este Diario de un ingenuo.

Dramático suceso que lo lleva a trabajar al prestigioso hotel Moustic, lugar donde va a vivir infinidad de peripecias, pese a la mala uva del orondo portero Entresol que, en más de una ocasión se las va a hacer pasar canutas, librándose de sus golpes a base de ingenio y buena suerte.

Y es que en esta historia se respiran esos aires prebélicos que amenazaban a Europa. Unos misteriosos señores polacos celebran una serie de reuniones con un tipo alemán. Algo importante se gesta en una de las salas de establecimiento, pero Spirou está más pendiente de la nueva y bella joven que entra a trabajar en el hotel, a la que irá conociendo poco a poco, y enamorándose irremediablemente.

Pero claro, no hay buena historia del protagonista sin el que se convertiría, con el tiempo, en su mejor amigo y aliado, el periodista Fantasio que, con alma y actitud de gacetillero, intenta por todos los medios que el botones le cuente chismorreos del Moustic, sin saber que tras sus puertas se están tratando temas de estado de gran importancia…

Èmile Bravo, defensor a ultranza de la bd más clásica, la reivindica gráficamente con esta obra realizada en el 2008 que nos recuerda, muy intencionadamente, a las páginas de uno de los grandes clásicos de la historieta francobelga, el Tintín creado por Hergé. Y no lo hace solamente con su narración y estilo, sino que vamos a encontrarnos con algún que otro guiño y mención al propio personaje.

Argumentalmente, Bravo nos regala una historia que te atrapa desde el principio, y que nos lleva a una época que precede a la oscuridad del segundo gran conflicto bélico que golpeó al planeta. Lo hace sin cortarse a la hora de posicionarse políticamente y nos deja al final de la historia con un regusto agridulce, la pérdida de un primer amor, el hallazgo de la amistad y cómo la pequeña Spip, la ardillita que acompañará a Spirou en sus aventuras, obtiene la consciencia.

Si queréis pasar un buen rato, aquí tenéis dos muy buenas sugerencias. Así que… Allons-y!

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