Cine

El rostro de la estafa

  • Matt Damon acapara los flashes de la jornada con 'Promise Land', presentada en la Berlinale junto al director de la película, Gus Van Sant.

El actor estadounidense Matt Damon llevó este viernes a la Berlinale el rostro de la estafa ecológica en Promised Land, un film de Gus Van Sant sobre la usura voraz de la industria energética que convierte a granjeros en desposeídos de su tierra. Damon, con su eterna cara de chico bueno pese a interpretar a un engatusador profesional, acaparó los flashes de la primera jornada a competición, compartida con el excelente film W Imie (In the name of), sobre homosexualidad y sacerdocio en la católica Polonia.

"Es un personaje en dilema, que trata de no escuchar a su conciencia, aunque sabe el alto coste que implica ignorarla", explicó Damon, el imán mediático de la jornada en un papel diseñado a su medida y en un film del que es además coguionista y productor. Promised Land arranca con la llegada de Damon y Frances McDormand a un pueblo de granjeros perdido en EEUU que el consorcio Global pretende perforar en busca del gas, por mucho que conlleve envenenar el subsuelo de los prados donde pacen las vacas. Se trata de perforaciones a kilómetros de profundidad -el controvertido método Fracking-, para el que se insuflan productos químicos y que Global quiere llevar adelante estafando con un contrato subvalorado a los granjeros.

"No es film de héroes y villanos. En nuestro mundo, también el de los consorcios sin escrúpulos, uno puede pasar de un lado al otro sin dejar de ser la misma persona", apuntó Van Sant, presente en la Berlinale como nombre de peso entre los 19 aspirantes a Oso. Damon y McDormand serán exponente del principio de que "nada es sólo blanco o negro" -en palabras del actor-, ni siquiera en el mundo sin escrúpulos del que proceden. Llegarán al pueblo pensando que será una pieza fácil y se toparán con un viejo maestro, ingeniero de elite ya jubilado y líder de la resistencia en tanto que suficientemente viejo para permitirse el lujo de morir con dignidad, en lugar de venderse barato. A partir de ahí empezarán a hacerlo todo mal, desde comprar al alcalde a tratar de hacerlo con un activista ecologista -John Krasinski- tan engatusador como los enviados del consorcio, por mucho que les acose a ellos y al pueblo entero con carteles de Global go home. Van Sant se permite una pequeña sorpresa, cuando todo parece cuadrar demasiado y el dilema de Damon tiende a resolverse en una dirección excesivamente esperable. "Trato de hacer films en los que creo y que a la vez sean realistas, cinematográficamente", defendió Damon, en alusión al corte convencional de la película, en la que no falta el romance con la linda maestra del pueblo.

Promised Land dio un buen arranque, en lo mediático, a la primera jornada a competición, aunque en lo cinematográfico la mejor acogida se la llevó el film dirigido por Malgoska Szumowska, representante del nuevo cine polaco. W Imie... se recibió como una de esas pequeñas joyas del cine de bajo presupuesto, con unos actores excelentes y trazado sobre otro tipo de dilema: el de un cura de una parroquia rural al cargo de un grupo de muchachos difíciles. La homosexualidad, tabú en todo el ámbito católico y más aún en un país casi al cien por cien confesional como es Polonia, es la tortura interior y exterior del sacerdote, que se gana el aprecio de los chicos con su imagen moderna y hasta el acoso de la atractiva y desorientada esposa de un instructor de la escuela. Szumowska aborda el tabú sin tapujos, en un película rica en detalles reveladores y que huye de los tópicos.

La tercera en competición fue Paradies: Hoffnung (Paradise: Hope), la última pieza de la trilogía del austríaco Ulrich Seidl -tras sus anteriores paraísos dedicados al amor y a la fe-. También se introduce en las tentaciones adultas -esta vez, un médico- por una muchacha, esta vez en un campamento de vacaciones al que los padres envían a sus hijos con sobrepeso a adelgazar. La muchacha es una lolita gorda empeñada en seducir al adulto, el tercer personaje en dilema en una misma jornada, y el resultado un film sin la intensidad de su compañera a competición polaca ni el factor mediático de la de Van Sant.

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