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Península | Crítica de cine

Exprimir un limón (o víscera) sin jugo

Un fotograma de 'Península'.

Un fotograma de 'Península'. / D. S.

Crear una película de zombis interesante y original en estos tiempos es difícil. La superexplotación de los géneros o subgéneros crea una saturación que hace, no imposible, pero sí dificultoso aportar algo nuevo. Sucedió con géneros tan grandes como el musical o el western. Este último falleció -o entró en hibernación- no solo por cambios sociales, culturales o de gustos, sino sobre todo por su explotación intensiva en pantallas grandes y pequeñas en los años 50 y 60. El cansancio del público por saturación y el agotamiento de un tema por sobreexposición existen. Desde su amanecer de culto en 1968 con la en su día rompedora y sorprendente La noche de los muertos vivientes, los zombis han ido invadiendo el cine, los videojuegos y las series televisivas con una fuerza creciente que conoció nueva pujanza en el siglo XXI con éxitos cinematográficos como 28 días después (2002) o el boom televisivo de la al parecer interminable serie Walking Dead (2010-2021: ¡10 temporadas que van para 11!). Al parecer ni el tema se agota ni su público se cansa. ¿O sí? Puede que los zombifans sean incansables, pero desde luego la creatividad parece haberse agotado.

Tren a Busan del surcoreano Sang-Ho pareció contradecir en 2016 este agotamiento reescribiendo con tanta inteligencia y/o habilidad lo ya visto y sabido que lo hacía parecer novedad. Pero esta secuela rodada por el mismo director contradice a su vez esta posibilidad de refresco creativo del tema. Lejos de aquella inteligencia y/o habilidad, exprime los cuerpos hasta dejarlos sin vísceras y a estas hasta dejarlas secas. O más bien los cuerpos estaban eviscerados y las vísceras resecas desde su inicio. Cuando se acierta presentando como novedad lo machacado no debe caerse en el error de intentar repetir la jugada. Forzado a exagerarlo todo para ir más allá de su anterior película, pierde lo que supuso el interés de aquella -el original tratamiento visual y narrativo de un tema súper explotado- para no ganar nada. Se intenta mantener sin éxito la fábula distópica que convierte a los zombis en símbolos de males presentes. A una Corea devastada y confinada (algo así como la Manhattan de la pequeña obra maestra de Carpenter 1997: Rescate en Nueva York) por lo que se contó en la película anterior regresa un grupo de aventureros atraídos por un botín de muchos millones. Habrán de enfrentarse tanto a los no muertos como a bandas que se han adueñado de los despojos del país. Algo así como un cruce entre las pelis de zombis, Las Vegas 500 millones -la cito por ser una rareza española sobre atraco a furgón con pasta estrenada el mismo año de La noche de los muertos vivientes-, y Mad Max. Prescindible salvo para zombifans. 

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