Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

The Old Man & The Gun | Crítica

Hermoso e inteligente adiós de un gigante

Robert Redford, en una escena de la película.

Robert Redford, en una escena de la película. / D. S.

A sus 83 años Robert Redford, con esta película, se despide del cine. Se dio a conocer en 1966 con tres papeles secundarios en los que su participación fue creciendo en importancia –La rebelde, La jauría humana y Propiedad condenada–, se hizo famoso en 1967 con Descalzos por el parque (basada en una obra de teatro de Neil Simon que le había dado fama en Broadway abriéndole las puertas de Hollywood) y se convirtió en una estrella en 1969 con Dos hombres y un destino.

A partir de entonces ha sido una presencia siempre segura en todas y cada una de sus películas; sobre todo, pero no sólo, en su larga colaboración a lo largo de 30 años con Sidney Pollack. En 1980 inició su paralela carrera como director con Gente corriente, que le valió el Oscar a la mejor dirección. Ese mismo año creó el Sundance Institute (tomando su nombre de The Sundance Kid, el personaje que interpretó en Dos hombres y un destino) que con el festival del mismo nombre se convirtió en una importante plataforma de descubrimiento de nuevos talentos.

En 53 años de carrera ha interpretado películas grandes, medianas y pequeñas, pero no ha conocido un momento de decaimiento en su popularidad ni su presencia ha perdido jamás fuerza en la pantalla.

Afortunadamente dice adiós con una muy buena y otoñal película absolutamente adecuada para despedirse de la pantalla. Está a la altura de su figura y su carrera, y eso es decir mucho. Ha escogido para esta gran ocasión la vida real (que parece ficción) de un personaje verdadero (que parece inventado) llamado Forrest Tucker (1920-2004), un elegante ladrón vocacional que cometió su último atraco con 80 años, desde los 15 años estuvo más tiempo en prisión que en libertad y ostenta el récord de 18 fugas con éxito y 12 intentonas fallidas. Redford, en una interpretación magistral, crea a un tipo desde luego no ejemplar, pero seductor; fracasado, pero envidiable por su porte y su saber estar; triste en su otoño, pero sin regodearse en ello ni rendirse nunca; con una vida llena de altibajos, pero vivida.

Se ha buscado los medios perfectos para decir adiós con la gran clase que sabe que tiene, el carisma que nadie le niega y la importancia en la historia del cine que objetivamente le corresponde. El muy buen guión se basa en un texto de David Grann, excelente periodista y autor de relatos de no ficción cuya biografía del explorador Percy Fawcet, The Lost City of Z, fue llevada al cine por James Gray, y ha sido escrito por él y por el realizador, David Lowery, lanzado por el festival Sundance de Redford y autor de las muy apreciables En un lugar sin ley, Peter y el dragón y la estupenda A Ghost Story.

El reparto es perfecto. Sissy Spacek comparte con Redford escenas de amor tan poderosas y emocionantes, si no más, como las de sus inicios con Natalie Wood o Jane Fonda; y Cassey Affleck le da una réplica perfecta.

Guionistas, director y Redford –al parecer muy influidos los dos primeros por el tercero– han optado por una visión dulcemente idealizada y melancólica de los últimos años de vida de este personaje real pero increíble, equilibrando tristeza y humor en una combinación de perfecto sabor agridulce. Al fin y al cabo es un homenaje de despedida y no es cosa –visto el tono luchador, optimista y decente de los personajes interpretados por Redford– de rendirse al final cediendo a la tentación del absurdo y exagerado prestigio que tienen la tragedia y el pesimismo. Además esta media luz está más cerca de la realidad de la vida. Y esta película, pese a su regusto otoñal, está llena de amor hacia ella.

Todos parecen haberse contagiado del espíritu positivo, tan puramente americano en lo que de mejor tiene América, de Redford convirtiendo la película en una gran pequeña joya llena de auténtica emoción y ternura. Que incluso supera el difícil reto de no incurrir en la autocomplacencia obscena al incluir, como flash-backs referidos a su protagonista, escenas de los primeros años de la filmografía de Redford. Lejos de molestar, refuerzan la emoción de este adiós. Sean cuatro estrellas para esta muy buena película que es imposible ver sin desprenderse de la sensación de despedida. Y una quinta, desde luego, para Redford.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios