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Cine

Sidney Poitier, primera estrella que abrió caminos a los actores negros

  • El intérprete de 'En el calor de la noche' y 'Los lirios del valle', por la que ganó el Oscar, muere a los 94 años

Sidney Poitier, en los Globos de Oro de 2012.

Sidney Poitier, en los Globos de Oro de 2012. / Paul Buck / Efe

El año clave en la vida de Sidney Poitier, primer actor negro o afroamericano (prefiero lo primero, que no encuentro ofensivo) convertido en estrella de Hollywood y primero en conseguir un Oscar, fue 1967. Su ascenso en el cine, tras una juventud de duros trabajos como hijo de emigrantes de Las Bahamas y haber logrado cierta notoriedad en Broadway, se había iniciado una década antes gracias a su talento, por supuesto, pero también a los directores del ala más liberal y progresista de Hollywood. Mankiewicz le dio su primer papel en No Way Out (1950), Brooks y Kramer le ofrecieron sus primeros papeles importantes en Semilla de maldad (1955) y Fugitivos (1958), Preminger su primer papel protagonista en Porgy and Bess (1959) y Nelson el papel en Los lirios del valle (1963) que le valió el Oscar, primero que obtuvo un negro como actor protagonista tras haber logrado –¡24 años antes!– Hattie MacDaniel el Oscar a la mejor interpretación de carácter por su interpretación de la esclava Mammie en Lo que el viento se llevó.

Convertido en una estrella interpretó Estado de alarma (Lawson, 1965) con Richard Widmark y Martin Balsam, Un retazo de azul (Green, 1965) con Elizabeth Hartman y Shelley Winters y Duelo en Diablo (Nelson, 1966) con James Gardner y Bibi Andersson, siendo el segundo actor negro que protagonizó como protagonista un western tras Woody Strode en El sargento negro (1960) de Ford (o el tercero, según se considere o no que el debut de Jim Brown en Rio Conchos de Douglas en 1964 era en un rol protagonista o secundario).

Con Rod Steiger en 'En el calor de la noche'. Con Rod Steiger en 'En el calor de la noche'.

Con Rod Steiger en 'En el calor de la noche'. / D. S.

Tras ello vino el fundamental año 1967. Fundamental para la carrera de Poitier, pero también para el aún tímido y por desgracia lento (todavía se está en ello) pero también imparable reconocimiento del talento afroamericano o negro en Hollywood. Ese año Poitier interpretó los éxitos Rebelión en las aulas de Clavell, Adivina quien viene a cenar de Kramer y En el calor de la noche de Jewison. En la primera, quien había interpretado a un estudiante rebelde en Semilla de maldad una década antes interpretaba ahora a un profesor que se enfrenta a estudiantes conflictivos en un instituto suburbial de Londres. En la segunda, y mucho más interesante, Poitier era el novio negro de una blanca hija de viejos liberales progresistas y antirracistas de toda la vida –los siempre excepcionales Spencer Tracy y Katharine Hepburn– que veían puestas a prueba sus convicciones. En la tercera, la mejor película y por ello la mejor envejecida de las tres –es más: lejos de envejecer, crece con el tiempo–, Poitier es un inspector negro de una gran ciudad que se ve inmerso en un conflicto racial en un pueblo racista del profundo sur. El duelo interpretativo entre Poitier y Rod Steiger, un amargado sheriff complaciente con los racistas del pueblo, es soberbio. Y el proceso de concienciación de Steiger aliándose poco a poco con el inspector y enfrentándose finalmente a los poderosos racistas de su pueblo, es un ejemplo del mejor cine didáctico que permite incluso a los espectadores más cargados de prejuicios seguir el despertar de la conciencia del sheriff. Redondea la película que la banda sonora –cuyo tema principal interpretaba Ray Charles– la compusiera Quincy Jones, el Sidney Poitier de la música de cine si se le quiere llamar así por ser el primer compositor negro reconocido por la industria de Hollywood, y no sólo puntualmente contratado, tras iniciarse en el cine de la mano de Sidney Lumet con El prestamista en 1965. Poitier y Jones volvieron a coincidir en Un hombre para Ivy (Mann, 1968), El hombre perdido (Allan Aurthur, 1968), Ahora me llaman señor Tibbs (secuela de En el calor de la noche, Douglas, 1970) y Brother John (Goldstone, 1971).

Por sus papeles serenos en tiempos beligerantes se le acusó de ser un ‘negro blanqueado’

Tras el extraordinario año 67 la carrera de Sidney Poitier siguió mostrándolo como el gran actor, sobrio y contenido, que siempre fue y la Academía reconoció en 2002 con un Oscar honorífico que también valoraba su importancia como pionero de los actores negros en Hollywood y como defensor de los derechos civiles interpretando a luchadores firmes pero también serenos, reflexivos y siempre del lado de la ley justa y contra las leyes injustas o sus arbitrarias interpretaciones segregacionistas. Fue también aquel Oscar la reparación de una injusticia. Poitier representó una imagen muy Martin Luther King y por ello opuesta a Malcolm X. Lo que le acarreó ser injustamente acusado de negro blanqueado y de cuota por la que Hollywood lavaba su mala conciencia racista. Quienes sostenían que presentar un aspecto aseado, preferir la lucha legal a la violencia, asumir y defender valores que no son ni blancos ni negros sino constitucionales es blanquearse estaban y están muy equivocados. Poitier sufrió con paciencia esta injusta caricatura. La Academia y la historia le han hecho justicia. El camino que abrió, aunque aún deba seguir ensanchándose, lo transitan hoy, entre otros, Morgan Freeman, Jamie Foxx, Cuba Gooding Jr., Forest Whitaker, Samuel L. Jackson o Denzel Washington, tal vez su más legítimo heredero.

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