No respires 2 | Crítica

Más de lo mismo

Stephen Lang, en una imagen de la película.

Stephen Lang, en una imagen de la película. / D. S.

Fede Álvarez es un director uruguayo que saltó a Hollywood vía redes, en las que su cortometraje Ataque de pánico arrasó hasta llegar a Los Ángeles. Contratado por la productora de películas de terror Ghost House, ha filmado los violentos y hemoglobínicos éxitos Posesión infernal (remake de la de Sam Raimi) y No respires, y el thriller Millenium: lo que no te mata te hace más fuerte. Esta prolongación forzada de No respires –forzada por la taquilla, se entiende: recaudó 157 millones de dólares, 26 sólo el fin de semana de su estreno, y costó nueve– se la ha encargado –porque también oficia como guionista y productor– a su amigo y colaborador desde los primeros tiempos uruguayos Rodo Sayagues, hasta ahora guionista.

He aquí otra vez a Norman Nodstrom, el ciego con más mala leche desde el del Lazarillo hasta los muertos sin ojos de Amando de Ossorio, esta vez con más rabia aún porque además de defenderse de sus atacantes ha de proteger a una joven. Todo es previsible: violencia gore en la estela de la anterior película con la única novedad del cambio de perspectiva que convierte al malo, si no en bueno, en menos malo. O al menos un poquito más humanizado dentro de los límites que este tipo de cine permite.

El más que maduro Stephen Lang pone todo su interés en el personaje que le dio popularidad tras una larga carrera como secundario, exhibe su envidiable forma física para un señor de 70 años y agradece que esta vez se dé un cierto espesor –tampoco mucho– emocional a su habilidosa y energúmena criatura.

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