Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Crítica de Cine

El negro que tenía el alma blanca

No debe extrañar que los franceses hayan encontrado un filón de oro en la comedia milimétricamente diseñada para tener éxito a cualquier precio, aunque sea el del pellizco emocional tramposo. Por una parte ellos crearon ese mecanismo de relojería teatral que era la comedia de bulevar o pièce bien faite. Y de otra han tenido desde antiguo una endiablada habilidad para vender lo superficial como algo profundo y dotado de valores humanos. En este caso acuden a la película mexicana -también muy francés: recuerden a Maximiliano- No se admiten devoluciones para hacer una versión rebosante de optimismo familiar, multicultural e interracial.

Un simpático y ligón afrofrancés se encuentra con el regalito de una hija tenida con una antigua amante que ha perdido su maternal interés. Según lo esperable, carga con ella a regañadientes, pero la encantadora niña acaba por conquistar su corazón. Años después la madre quiere recuperarla. Si les digo que el ligón cuyo corazón es conquistado por la niña, primero, y roto por la madre cuando quiere quitársela, después, es Omar Sy, la estrella francesa encumbrada por Intocable, comprenderán que todo es un hábil juego de sonrisas y lágrimas. Dentífricas las primeras y de cocodrilo las segundas, sí; pero de éxito seguro, como atestigua su millonaria trayectoria en Francia.

Han pasado 32 años desde el taquillazo de Tres solteros y un biberón, pero la cosa sigue funcionando. Aunque si se trata de padres (reales o adoptivos) que primero no quieren serlo y después luchan por no dejar de serlo habría que remontarse a los 91 años transcurridos desde El chico de Chaplin. Pero eso es otra historia, que diría el camarero de Irma la dulce.

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