Crítica cine 'La reina en el palacio de las corrientes de aire'

Hasta que la gallina aguante

Millenium 3: La reina en el palacio de las corrientes de aire. Thriller, Suecia, 2009. 148 minutos. Dirección: Daniel Alfredson. Guión: Jonas Frykberg (Novela: Stieg Larsson). Intérpretes: Michael Nyqvist, Noomi Rapace, Michalis Koutsogiannakis, Anders Ahlbom, Lena Endre. Música: Jacob Groth.

La segunda entrega de la saga Millennium ponía en evidencia lo que ya vimos muy claramente en la primera, a saber, que se trataba de una operación a contrarreloj para amortizar el tirón de las novelas de Stieg Larsson haciendo pasar por cine lo que en realidad era una miniserie de televisión de estética y códigos narrativos muy (de)limitados.

Si la primera película recaudó en España nueve millones de euros y la segunda cinco, la lógica nos dice que esta tercera de no menos rimbombante y pretencioso título remontará las cifras de su predecesora aunque sin alcanzar las de la primera, sin duda por el interés del público fiel por ver al fin concluidas las aventuras de Lisbeth Salander y Michael Blomkvist en esta Suecia anti-Ikea de supuesto doble fondo y heroicidades periodísticas con la que los herederos y gestores de la obra de Larsson se han hecho de oro.

Teniendo en cuenta que hay que ver las tres partes como una misma película (para televisión) de siete horas, nada nuevo hay que añadir aquí a lo ya dicho en ocasiones anteriores: seguimos de lleno en esa dinámica del eurothriller que no se para a cuestionarse su propio mecanismo arquetípico y simplificador; seguimos con esa misma sensación de premura y desgana formal; con ese estilo ramplón y académico que confía todo a los poderes de la intriga y muy poco a la puesta en escena; seguimos contando con un triste elenco de secundarios que aúpan aún más el innegable magnetismo punk de Noomi Rapace; seguimos dejándonos llevar, aquí con bastante más brío que en la segunda parte, por esa peligrosa inercia que convierte en insustancial e inofensivo ese subtexto sobre las cloacas de la sociedad sueca que muchos han querido ver como la verdadera esencia de este folletín posmoderno para lectores y espectadores que ya no leen ni van al cine.

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