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Un hombre fiel | Crítica

El amor, en 'allegro vivace'

Un hombre fiel, segundo largo de Louis Garrel, tiene el don de la ligereza, declinada como está en ese tempo allegro vivace que hace que sus viejos materiales sentimentales y amorosos, pero también los apuntes dramáticos que la sobrevuelan, atraviesen la pantalla con esa pasmosa levedad y propulsión narrativa que, buscando filiaciones, nos puede recordar a Truffaut, a Desplechin o, cómo no, al cine de su propio padre Philippe Garrel descargado de su inevitable condición trágica.

El joven Garrel (Les deux amis) se asocia de nuevo aquí con el maestro Jean-Claude Carrière, veterano brazo derecho del Buñuel francés, para urdir un triángulo sentimental que recorre de nuevo las calles, los apartamentos y boardillas parisinas entre dos mujeres en pugna por un mismo hombre, un bello monigote autoparódico al que Garrel, siempre con ese punto de narcisismo chic que le caracteriza, presta su espléndida percha de atribulado objeto de deseo en un tiempo en el que la seducción y el galanteo parecen haber cambiado ya de punto de vista y ángulo de ataque.

Muy cómodo en su condición volátil y manipulable, Garrel se sitúa en medio de un viejo amor traicionado aún candente (Laetitia Casta), y de la hermana postadolescente del marido de ésta (Melody Depp, sí, la hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis, lo lleva en la cara), juvenilmente infatuada por el irresistible atractivo davidesco de nuestro protagonista.

Un hombre fiel se modula así, siempre leve y ligera, en el intercambio de focos, voces y puntos de vista del relato, en el hábil contrapunteo musical (¡Sarde!) que nos lleva de (las razones de) un personaje a otro en este pequeño duelo sentimental en cuyo centro aparece, en brillante hallazgo, un niño capaz de enturbiar con su mirada de sospecha y sus relatos de género el verdadero meollo de la cuestión: ese balanceo entre los planes femeninos y la previsibilidad del hombre, ese relevo entre la lucidez de la madurez y el impulso caprichoso y febril de la juventud, que hacen de este filme un pequeño tratado filosófico-sentimental sobre los amores líquidos, los vaivenes del tiempo y el potencial novelesco del cine en una época de narrativas dispersas, débiles e inconsistentes.