Pues no, no es esta la primera película industrial española de la temporada con viaje fantástico en el tiempo, enigmas y crímenes por resolver entre un periodo y otro y una estructura narrativa endiablada con tendencia al trile y el disparate.
Tras El aviso, de Daniel Calparsoro, Durante la tormenta, tercer largometraje de Oriol Paulo, se suma a la dinámica de género sin huellas locales para prolongar esa querencia por el doble salto mortal con tirabuzón ya confirmada con El cuerpo y Contratiempo, thrillers de diseño y empaquetado de importación que demostraban tanto arrojo visual en la puesta en escena como una alarmante fragilidad e incluso puerilidad a la hora de desarrollar sus enrevesados artilugios argumentales.
Llevada al extremo de la suspensión de la credibilidad y el espejismo constante, Durante la tormenta propone a su espectador modelo un viaje entre tiempos (el 1989 de la caída del Muro y los televisores cuadrados y un presente de casas y barrios residenciales impersonales) para intentar conciliar la resolución de un crimen, recomponer una maternidad truncada en el bucle cuántico y proponer incluso un romance intergeneracional en el que la sufrida Adriana Ugarte y el guaperas de Chino Darín juegan al ratón y el gato desde sus perspectivas del relato.
Sostenida por el frágil hilo de la fe ciega en la propia pirueta, más discursiva y parlanchina de lo que pudiera esperarse de un depalmiano confeso como Paulo, la película lucha siempre contra su propio artificio y sus deseos de cuadrarlo impulsada por el temporizador de la música de Velázquez, el innegable sentido del ritmo y la ilimitada capacidad de sorpresa, casi siempre más efectista que efectiva.