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Boi | Crítica

La noche del chófer poeta

Una imagen de 'Boi', el filme de debut de Jorge M. Fontana.

Una imagen de 'Boi', el filme de debut de Jorge M. Fontana.

Curioso y estimulante este debut de Jorge M. Fontana, a mitad de camino entre el ejercicio de estilo y ambientes de género y el vuelo metafórico sobre la vida urbana en tiempos precarios y los miedos que acechan con el inminente tránsito de la juventud a la vida adulta.

Boi es un veinteañero aspirante a escritor (lee a Saroyan, nada menos) que cuida de su tía y busca reconciliarse con su pareja, embarazada de tres meses. Encuentra un trabajo como chófer y en su primera jornada laboral se cruza con una pareja de empresarios chinos a los que acompañará atento y servicial a hoteles, reuniones y restaurantes.

La Barcelona posmoderna observada desde el coche se convierte así en una protagonista más de una película cuya mirada (desaturada, analógica) busca siempre cierto extrañamiento de lo real, como si, a través de los ojos de este conductor novato y de espíritu flâneur, se redescubriera cierta belleza de lo cotidiano y lo efímero escondida bajo la superficie del asfalto y las arquitecturas contemporáneas.

Mucho más interesante en estos recorridos sin rumbo cierto, acompasados por una estupenda banda sonora electrónica cortesía de Pablo Díaz-Reixa, ‘El Guincho’, Boi se aventura también a las maneras y quiebros del thriller empresarial, a saber, especulando con los juegos de poder, negocios y extorsión de esos dos ejecutivos asiáticos.

Sin embargo, no es precisamente en ese trazado dramático donde la estimulante cinta de Fontana juega sus mejores bazas, que están siempre en la ambigüedad de lo sugerido o en un cierto aroma lynchiano que atraviesa y perfuma el camino nocturno, casi onírico, que empuja a su protagonista (un carismático y prometedor Bernat Quintana) hacia el momento de las decisiones importantes.