Visitante | Crítica

Dimensiones conocidas

Iría del Río, conectando con otra dimensión, en una imagen de 'Visitante'.

Iría del Río, conectando con otra dimensión, en una imagen de 'Visitante'.

Nuevo producto de ciencia-ficción y terror paranormal con aires de serie B salido de la última sección oficial de Sitges, Visitante es el primer largo del valenciano Alberto Evangelio, cuya trayectoria, también de género, en el corto (El viatje, Casa) le ha valido las credenciales para probar suerte con una trama de dimensiones paralelas ambientada casi únicamente en un caserón que sirve como escenario desdoblado para las tribulaciones de una joven (Iria del Río) que ha decidido apartarse del mundanal ruido para tomarse un descanso en plena crisis de pareja (Miquel Fernández).

Un prólogo en imágenes de vídeo casero nos avisa empero que en aquella casa sucedió algo digno de La nave del misterio, pretexto para avanzar, siempre a golpe de zarandeos narrativos y cubo incandescente mediante, entre esos dos mundos que vinculan a nuestra protagonista, su pasado y su destino en una abstrusa conexión espacio-temporal para amantes del trile y la superchería explicada desde su propia lógica interna.

Con semejantes mimbres, a Evangelio sólo le queda sostener la fe propia y ajena sobre los mimbres del oficio y la sugestión, algo que apenas consigue entre efectos especiales low-cost, una imagen demasiado aseada y soluciones de puesta en escena que explotan la arquitectura del lugar intentando disimular el galimatías interdimensional del asunto. Las prestaciones de un elenco limitado y mal dirigido tampoco ayudan demasiado a sostener el pulso a la verosimilitud.      

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