Ondina | Festival de cine de Sevilla

Un amor subacuático

Paula Beer y Franz Rogowski (de espaldas) en una imagen de 'Ondina', de Petzold.

Paula Beer y Franz Rogowski (de espaldas) en una imagen de 'Ondina', de Petzold.

Christian Petzold (Barbara, Phoenix, En tránsito) cambia la Historia por el folclore y el mito en esta la primera entrega de su nueva trilogía. La cambia pero no la abandona, porque si bien Ondina reescribe en clave romántica y contemporánea la leyenda alsaciana de la ninfa acuática, el poso y los estratos del pasado siguen fluyendo bajo su superficie, aquí a propósito de las transformaciones y destrucciones urbanísticas de Berlín, una ciudad sobre las aguas, en especial durante el siglo XX y hasta los años posteriores de su reconstrucción tras la caída del muro.

Pero no es ese el gran núcleo húmedo y palpitante de este hermoso filme, sino la historia de amour fou, un amor más allá de la muerte, que une a la joven historiadora y guía del museo y a un buzo que trabaja en un lago cercano, una historia entre trenes y habitaciones atravesada por la inseguridad, el despecho y el miedo al abandono y que los une, tal y como mandan los viejos cánones del género, el tiempo justo y necesario para atisbar la felicidad momentánea antes de que el destino juegue sus cartas tras avisos y premoniciones.

Como de costumbre, Petzold traza imágenes limpias y precisas para el desdoblamiento y el horadado de lo real a partir de lo pictórico: los ejes de la mirada, los fundidos, el montaje, los anticipos, la figuras o los símbolos adquieren en su cine una potencia cristalina, el fulgor de la forma significante que se materializa ante los ojos. Marionetas carnales del mito y el cuento arcano, Ondina (Paula Beer) y Christoph (Franz Rogowski, el mejor actor alemán de su generación) se refugian y bailan bajo el agua, ante la mirada extraña del bagre gigante, como actores de un romance imposible entre los mortales. Paradójicamente, su historia secreta e íntima es también la de todos los amantes, una historia que irradia y fertiliza el pasado y el futuro, un cuento maravilloso, hermoso y triste en la superficie de una ciudad vieja y nueva.