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La mujer que escapó | Crítica

El hombre es el pasado de la mujer

Una escena del nuevo y extraordinario filme del coreano Hong Sangsoo.

Una escena del nuevo y extraordinario filme del coreano Hong Sangsoo.

Tres visitas, una montaña al fondo, tres encuentros entre mujeres amigas, tres largas conversaciones, puntualmente interrumpidas por un hombre que molesta. El 24º filme de nuestro coreano favorito sigue declinando los avatares de la vida sentimental moderna en nuevas variaciones que se miran y espejean entre ellas, figuras de repetición que, de nuevo impulsadas (casi involuntariamente) por la delicada Kim Min-hee, descomponen la naturaleza de las relaciones de pareja ahora desde un único foco femenino que pone al hombre a una prudencial distancia de seguridad.

Tres episodios abiertos a la conversación sobre la mesa, con una carne asada, una manzana, un licor de arroz o un café de por medio, una conversación íntima (sobre las relaciones, los modos de vida, el amor, el ahorro, la vida en las afueras, la alimentación o los animales) que rellena el pasado de los personajes con la habitual sutileza y el gusto por lo ambiguo e incompleto marca de la casa, un pasado evocado por la palabra aparentemente intrascendente que, como siempre en Hong, viene medida hasta el más mínimo detalle para abrir y ensanchar el relato sin necesidad de abrir el plano, si acaso cerrándolo aún más con un zoom.

Entre estos tres encuentros y conversaciones femeninas, la mujer que escapó a la que hace referencia el título es también una leve fuga narrativa que contribuye a ampliar el suave espíritu de sororidad que atraviesa la película, la historia de otra mujer que, al menos, supo salir de la rutina o el amor desgastado del que siempre hablan al fin y al cabo las películas de nuestro más querido cineasta coreano, que ya apuntó que la mujer sería el futuro del hombre. En esta nueva entrega se atreve a sugerir incluso que en ese futuro no tendría por qué haber sitio para el hombre.