La familia perfecta | Crítica

El cine español se va de puente

Una imagen de la comedia familiar dirigida por Arantxa Echevarría.

Una imagen de la comedia familiar dirigida por Arantxa Echevarría.

A Arantxa Echevarría el Goya tardío a la mejor dirección novel por Carmen y Lola le ha servido para hacer una segunda película en la industria que confirma que los logros de aquel primer largo, que daba cuenta de una relación homosexual entre mujeres gitanas, tan sólo sirven para rodar de nuevo al servicio de una de esas comedias de usar y tirar que engrosan cada año las cifras del cine español y hacen pasar un poco de vergüenza ajena al crítico con unas mínimas expectativas.

Protagonizada por Belén Rueda, José Coronado y Gonzalo de Castro, La familia perfecta parece salida de un armario polvoriento en su dudoso despliegue cómico de un amor entre clases y una liberación femenina protagonizados por la madre pija del novio bobo y el padre campechano y currela de la novia choni, forzadísimo pie de sainete para un enredo al que hay que echarle demasiadas tragaderas ante cada nueva situación embarazosa (de la secuencia en la casa rural soriana a la propia boda), no tanto por las argucias del guion, la dirección o sus intérpretes, todos fuera de sí, como por el terrible tono general de brocha gorda que hace del filme un verdadero y rancio (que no clásico) suplicio disfrazado de sátira anti-clasista con mensaje de empoderamiento en el no va más del cinismo propio de los tiempos.