Jóvenes y brujas | Crítica

Hechizos empoderados

Las cuatro protagonistas de 'Jóvenes y brujas'.

Las cuatro protagonistas de 'Jóvenes y brujas'.

En lo que va de aquella Jóvenes y brujas de 1996 convertida en cinta de culto generacional a este reboot de 2020, las brujitas adolescentes, multirraciales y urbanas han cambiado su poder natural y su espíritu macarra y festivo por un empoderamiento teórico y explícito que no sólo las hace hablar como líderes feministas del instituto, sino que necesita de toda una congregación de hombres malvados, valga la redundancia, o del trauma de la adopción y la identidad confusa, para que sus hechizos adquieran el carácter político y reivindicativo que la película de Zoe Lister-Jones enarbola como bandera.

Y es que los tiempos de la corrección política contaminan el discurso y no dejan género ni tradición, y la de las brujas perseguidas y los aquelarres tiene ya unos siglos, para dejar pasar la oportunidad de airear los lemas y hacer proselitismo para las nuevas generaciones de féminas púberes. Hay espacio incluso para reivindicar al macho débil o de sexualidad confusa dentro de la manada depredadora, argumento que también aparece en una película que parece preferir siempre el tono dramático y solemne y el aire fúnebre que los despliegues lúdicos de la magia, la sororidad y la brujería como armas de descaro y afirmación pop en el mundo.