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Goliath | Crítica

El pueblo contra las fitosanitarias

Gilles Lellouche en una imagen de 'Goliath'.

Gilles Lellouche en una imagen de 'Goliath'.

Goliath se mira en títulos como Acción civil o la más reciente Dark waters para desplegar sus formas de thriller judicial, político y humanitario con mensaje de denuncia contra las grandes corporaciones del sector fitosanitario que están detrás de los pesticidas agrícolas cuyo uso extensivo es causa de enfermedades graves.

Enmascarando nombres reales, la cinta de Frédéric Tellier recoge el pulso reciente de los acontecimientos para encajarlo en uno de esos moldes genéricos que sólo funcionan con efectividad sobre cierto maniqueísmo, a saber, delineando claramente el perfil manipulador y sin escrúpulos de los poderosos y sus equipos frente al victimismo y el desamparo de los que padecen en sus carnes y emociones las consecuencias indirectas de las acciones empresariales en connivencia lobística con la política nacional y europea.

Es así como Goliath apenas necesita de unos malos cínicos y maquiavélicos (con Pierre Niney al frente), un abogado en crisis pero cargado de ideales (Lelouche), una familia que batalla con coraje y dignidad desde la provincia o un arrepentido que hace las veces de garganta profunda (Jacques Perrin en su último papel antes de morir) para trenzar los mimbres de su fábula cívica sobre estos tiempos de capitalismo feroz capaz de justificar cualquier abyección moral con tal de seguir engrosando el margen de beneficios.

Impulsada por el idealismo de la razón y la alternancia algo cansina de puntos de vista, también por la ausencia de matices que aborden con más complejidad el mundo moderno y sus dinámicas de poder, Goliath convencerá a los convencidos y tal vez gane más audiencia para su noble causa con sus dosis de alta política simplificada y entretenimiento de fórmula.