Cambio de reinas | Crítica

Prodigiosa interpretación de la pequeña Juliane Lepoureau

La niña Juliane Lepoureau, en una escena de la película.

La niña Juliane Lepoureau, en una escena de la película. / D. S.

La joya de esta película es la interpretación de la niña de 9 años Juliane Lepoureau que crea el personaje de la infanta Mariana Victoria, hija de Felipe V prometida a los cinco años con Luis XV de Francia, de 11 años de edad y, dada su minoría de edad, bajo la regencia de Felipe de Orleans. Era parte de un intercambio porque a la vez el regente francés casaba a su hija, Luisa Isabel de Orleans, con el hijo de los reyes de España que heredaría como Luis I el trono español. Un compromiso político que pretendía sellar la paz entre los dos estados y tuvo desastrosos efectos para las dos parejas.

La interpretación que la pequeña Juliane como la infanta es un prodigio de indefensión, ternura e inocencia, lo propio en una niña, pero también de inteligencia y precoz madurez, lo que ya exige habilidades interpretativas sorprendentes en quien no ha cumplido los 10 años. Con un fascinante juego de registros entre lo primero y lo segundo, pasando de la precoz madurez que la presenta como una minúscula mujercita a la necesidad de cariño propia de alguien tan pequeño.

Tras ella la película pivota sobre otra poderosa interpretación, la del jovencísimo Igor Van Diessel (de 14 años) que le da réplica componiendo un precozmente melancólico Luis XV, que ocupó el trono de su bisabuelo Luis XIV tras la muerte de todos sus herederos directos con sólo cinco años. Con ellos dos completa lo mejor de esta película la excelente actriz teatral Catherine Mouchet, descubierta para el cine por Therèse de Alain Cavalier, como Madame de Ventadour, la dama de compañía de la pequeña infanta en la corte de Francia: un alarde de conmovedora y honda contención emocional.

Además de estas tres grandes interpretaciones la película ofrece una muy buena dirección del novelista y cineasta Marc Dugain -en su segundo largometraje tras su excelente debut con Una ejecución ordinaria, otra tragedia histórica ambientada en otra corte, la del zar rojo Stalin- contenida y de corte clásico, lo que agradecerán cuantos hayan sufrido las imposturas y excesos de La favorita.

La fotografía de Gilles Porte, bella sin gratuitos esteticismos, la gran banda sonora de Marc Tomasi y el diseño de producción del tándem formado por Patrick Dechesne y Alain-Pascal Housieaux -extremadamente lujoso y a la vez sobrio: la contención es la marca de esta película- crean una elegante y emotiva combinación de imágenes y sonidos coronadas por las interpretaciones sobre todo del trío protagonista en la corte francesa.

Las escenas de la corte española, en cambio, pecan de excesos tópicos y algo de histrionismo en los casos de Felipe V (Lambert Wilson), Luis I (Kacey Mottet Klein) y Luisa Isabel de Orleans (Ana María Barolomei), los dos primeros sujetos al cliché la de España negra y la tercera convertida casi en feminista cuando en realidad estaba loca. Afortunadamente esta descompensación no resta fuerza al conjunto de esta excelente película.

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