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Cultura

El año máximo

  • En el año de mayor éxito de cifras en la historia reciente del cine español se retarán en el recuento final de estatuillas dos 'thrillers' sureños y fronterizos

Desde el inesperado triunfo de La soledad en 2007, nadie puede prever ya lo que los académicos y las dinámicas de voto, cargadas de matices que no siempre tienen que ver con el gusto o la calidad, pueden deparar en el resultado final de los Goya, aunque todo parece indicar que La isla mínima, de Alberto Rodríguez, con 17 nominaciones, y El Niño, de Daniel Monzón, con 16, dos cintas con similares hechuras de género y trasfondo político-social diseñadas desde los despachos de Atresmedia y Mediaset respectivamente, se retarán en el recuento final de estatuillas en la ceremonia que se celebrará el próximo 7 de febrero.

La isla mínima y El Niño, que comparten además del esquema de thriller sureño y fronterizo el rostro y los ojos azules del debutante Jesús Castro (candidato a mejor actor revelación por la segunda), lideran un modelo de cine popular de calidad que parece haber calado entre la audiencia junto a la actualización de los tópicos de la comedia regionalista y sainetesca de Ocho apellidos vascos y Torrente 5: Operación Eurovegas o la recuperación digital de las aventuras de Mortadelo y Filemón de Javier Fesser, los cinco títulos que, junto a Relatos salvajes, Pancho, el perro millonario, Perdona si te llamo amor y Carmina y Amén han liderado la taquilla en un año de cifras espectaculares.

Cuando peor parecían estar las cosas, con el IVA cultural del 21% asfixiando a productores, creadores y espectadores, y con los exhibidores buscando nuevas fórmulas para recuperar al público, la industria del cine español cerraba 2014 con 123 millones de euros recaudados en taquilla, un 75% por encima del año anterior, y con 21 millones de espectadores, un 89% superior a 2013, obteniendo una cuota de pantalla de más del 25%, especialmente gracias al fenómeno Ocho apellidos vascos, que fue vista por 10 millones de espectadores, recaudando 56 millones de euros que la convierten en el título español más taquillero de todos los tiempos.

El cine español parece situado así en una extraña paradoja: por un lado sufre el rechazo y el desprestigio social, aunque a la postre resulta querido y sorprendentemente rentable, aunque no conviene olvidar que son siempre un puñado de títulos del casi centenar que se producen anualmente los que salvan las cifras globales.

Con todo, los Goya 2015 vendrán, como casi siempre, a sancionar la calidad antes que el éxito comercial, algo que ya sabe muy bien Santiago Segura y que, posiblemente, deje a Ocho apellidos vascos, con seis candidaturas, al margen de los grandes premios artísticos, para los que las cintas de Rodríguez y Monzón tal vez tengan que hacer algún hueco a ese objeto extraño y seductor procedente de los márgenes que ha sido Magical Girl, de Carlos Vermut, una película que, con los avales de San Sebastián y la crítica especializada, se ha abierto paso mucho más allá de lo que su propuesta podía haber imaginado.

También desde San Sebastián vino Loreak (Flores), el drama intimista de Goenaga y Garaño que también aspira al Goya a la mejor película, aunque su condición lingüística (euskera) tal vez la relegue a una honorable posición de perdedora junto a la exitosa aunque netamente argentina Relatos salvajes, de Damián Szifrón, que contó con producción de El Deseo de Almodóvar. 10.000 Km., de Carlos Marques-Marcet, y premiada en Málaga (el otro gran escaparate institucional de nuestro cine), podría hacerse también con alguno de los galardones a los que aspira en su condición de ópera prima, aunque en este apartado nuestra favorita sea Todos están muertos, el singular cuento de fantasmas de Beatriz Sanchis.

Parece que los Goya le deben ya un reconocimiento importante al sevillano Alberto Rodríguez (Monzón ya lo tuvo por Celda 211) después de quedarse a las puertas con Grupo 7, un filme que apuntaba el camino y la solidez que parecen asentarse ya como garantía de éxito y, lo que es más importante, de continuidad profesional para nuestra industria, y más concretamente, para la del cine andaluz, desde donde, ya sea en régimen de co-producción o con señas de identidad propias, se han gestado varias de las películas candidatas de este año, también los documentales Paco de Lucía: la búsqueda y 2014. Nacido en Gaza.

Más allá de esta gran noticia en clave autonómica, y más allá del desfile de nuevos nombres y rostros emergentes para el futuro y las portadas dominicales, los Goya siguen desafinando cuando miran, si es que lo hacen, a los márgenes de su propio ombligo, o, sobre todo, cuando tienen que dialogar con el cine europeo o iberoamericano de la temporada, donde la selección y el voto parecen claramente delimitados por las simpatías comerciales o personales con distribuidores o coproductores.

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