Crítica 'B'

La actualidad en 'negro'

b. Drama, España, 2015, 78 min. Dirección: David Ilundain. Guión: Jordi Casanovas, David Illundain. Fotografía: Ángel Amorós. Intérpretes: Pedro Casablanc, Manolo Solo, Enric Benavent.

En circunstancias normales, una película como B debería servir al menos para reabrir el debate sobre la (in)existencia de un verdadero cine político en España, o al menos, de un cine capaz de trasladar a la pantalla con cierta urgencia y voluntad crítica esos grandes asuntos de la actualidad política que sí que parecen regir la agenda mediática del día a día, las preocupaciones y conversaciones del españolito medio. Un cine que apunte, además, a los responsables del fiasco con nombres y apellidos, que no se esconda en meros ejercicios de género o estilo, que señale con el dedo sin temor a los poderes fácticos que son (aquí) precisamente la diana de su mirada.

Producida en régimen de crowdfunding, avalada por una pequeña distribuidora independiente y estrenada con apenas 17 copias, B llega por tanto como una saludable y valiente anomalía para afrontar la crónica judicial a partir de materiales estrictamente documentales (la transcripción literal de la declaración de Luis Bárcenas frente juez Pablo Ruz en la Audiencia Nacional el 15 de julio de 2013, luego convertidas en pieza teatral por Jordi Casanovas y Alberto San Juan), reelaborados en enérgica forma dramática gracias al trabajo mayúsculo de un par de actores (frenético y locuaz Pedro Casablanc como el ex tesorero del PP, sobrio y contenido Manolo Solo como el magistrado) que, superando de inmediato el hándicap de la caracterización y los parecidos razonables, dan vida y hondura a un texto que David Ilundain ha sabido condensar en 75 minutos de festín de la palabra y dominio del gesto transparentado por una sencilla puesta en escena, de verdadera política de hechos consumados capaz de dictar sentencia sobre un país podrido (y altivo) en las más altas esferas del poder.

B sortea y supera minuto a minuto nuestros prejuicios y sus propias limitaciones (un único espacio, dos protagonistas cara a cara, un pequeño grupo de secundarios que en ocasiones acotan de manera algo postiza el núcleo del duelo) para levantar un sólido duelo de cámara en el que lo teatral queda incluso atenuado por el absoluto dominio y control de los personajes por parte de unos actores capaces de hacer de un texto judicial, de una retahíla de nombres, apellidos, datos, cantidades y fechas, toda una pequeña gran proeza dramática que podrá competir como documento con páginas y páginas de dosieres e investigaciones periodísticas más o menos tendenciosas o interesadas.

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