Crítica 'La visita'

Veo hornos... Shyamalan resucita

la visita. Terror, EEUU, 2015, 94 min. Dirección y guión: M. Night Shyamalan. Intérpretes: Kathryn Hahn, Olivia DeJonge, Ed Oxenbould, Deanna Dunagan, Michelle Rose Domb, Peter McRobbie, Benjamin Kanes, Erica Lynne Arden, Celia Keenan-Bolger, Dave Jia, Shelby Lackman, John Buscemi.

Tras varios fracasos estrepitosamente caros Shyamalan intenta reinventarse con una película de bajo presupuesto que prescinde casi por completo de los efectos especiales y ha sido rodada en pocas semanas con un equipo reducido, adaptándose al muy personal estilo del prolífico mago de los grandes éxitos de pequeño presupuesto Jason Blum, productor de Paranormal Activity, Mercy o Insidious, cuyas sombras se proyectan sobre esta película (incluyendo la cámara subjetiva en forma de grabación doméstica). Y la cosa le funciona. Tanto en su estilo directo y su engañosa sencillez como en su eficaz mezcla de terror y humor negro hilados por la ironía.

Shyamalan es un enigma. Un gran formalista -es uno de los directores actuales más precisos en la construcción de planos engañosamente clásicos que sugieren más de lo que muestran- traicionado, película tras película salvo en Sexto sentido, por guiones mal resueltos. Sus películas siempre enganchan por su inicial planteamiento argumental para después decepcionar por su desarrollo e irritar por sus finales. También enganchan desde el principio por su limpio formalismo: pero conforme el guión va decayendo, la potencia de su sobrio estilo se va convirtiendo en retórica hueca.

En este cruce entre Hansel y Gretel y La semilla del diablo -una casa en el bosque que podría ocultar terribles secretos, una adorable pareja de ancianos que tal vez no sean tan adorables- una madre desdichada deja a sus dos hijos en la casa de los abuelos que no conocen como consecuencia de una vieja disputa familiar. Los conocerán. Los filmarán, porque la niña va grabando un supuesto documental sobre sus abuelos que, en un divertido juego de guión, da para que los dos hermanos discutan sobre concepciones opuestas de la imagen (esta ingeniosa reflexión sobre el cine es la que da paso a las grabaciones "made in Blair Witch", en parte dignificadas por Shyamalan al darles sentido). Y los descubrirán. Lo que descubren queda entre la pantalla y los espectadores.

Afortunadamente aquí hay algo del gran Shyamalan de Sexto sentido y del mejor Shyamalan fascinante por sus planteamientos temáticos iniciales (después defraudados) y por su limpio y poderoso estilo de El protegido, Señales, El bosque, La joven del agua y El incidente. Afortunadamente no hay nada del Shyamalan de Airbender, El último guerrero y After Earth. Desgraciadamente, todo hay que decirlo, el guión vuelve a flojear en su desarrollo y sobre todo en su final. Pero esta vez la reflexión, medio en broma y medio en serio, sobre el cine representada por las opiniones opuestas de los hermanos, el humor negro y algunos muy buenos momentos de puro terror construido a partir de sugerencias y no de golpes de efecto (aunque también haya alguno) hace que se disfrute del innegable talento de Shyamalan como no se hacía desde hace más de un lustro. Alguien debería producirle la dirección de un texto ajeno y poderoso, a la vez tan innovador y tan clásico como su cine. Por ejemplo Las luminarias de Eleanor Catton, que ahora estoy leyendo. Si me toca el gordo se la produzco. Todos los actores están bien, pero Deanna Dunagan -la abuela- está sublime desde su primera mirada a cámara que abre horizontes de pánico... Y puertas de hornos.

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