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Timadoras compulsivas | Crítica

Innecesario 'remake'

Rebel Wilson y Anne Hathaway, en una escena de la película.

Rebel Wilson y Anne Hathaway, en una escena de la película. / D. S.

Pésimo remake en versión femenina de una divertida comedia que dirigió Frank Oz e interpretaron Michael Caine y Steve Martin en 1988, que a su vez era una nueva versión de una mediocre comedia dirigida por Ralph Levy e interpretada por David Niven y Marlon Brando –¡vaya desperdicio!– en 1964.

Ahora dirige el debutante Chris Addison y la interpretan esa buena actriz que es Anne Hathaway y esa cultivadora del exceso que es Rebel Wilson. Lo mismo podría decirse de ese grandísimo actor que es Caine y del aparatoso y más bien elemental Martin en la versión anterior, pero allí el talento de Oz equilibraba más a los intérpretes. Aquí, por el contrario, la Hathaway cae en las gesticulaciones de Wilson y todo acaba en el humor gesticulante de trazo grueso.

La cosa va de estafadora rica y elegante y estafadora pobre y vulgar compitiendo, unidas o enfrentadas, en la caza de una víctima. El juego entre ambas –¿un guiño femenino al Gordo y el Flaco?– no funciona, los diálogos ingeniosos no tienen ingenio y las situaciones graciosas no tienen gracia.

Si en lo de hacer una versión femenina de una comedia antes protagonizada por hombres y en lo de confiar un papel a una gordita hay un intento de corrección política en el sentido de empoderamiento femenino y rechazo de estereotipos de belleza, la cosa falla aún más estrepitosamente al hacer de la gorda el personaje vulgar y de la delgada el elegante.

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