Crítica de cine (SEFF 2017)

Queda retro-futurismo para rato

Las antiguallas posmodernas del mimado F. J. Ossang no parecen acabarse nunca y ya nos vemos obligados a admirar en él, al menos, la tozudez del que reincide orgulloso en el error.

En 9 dedos se sigue suspendiendo la historia del cine para regresar a la visita moderna a los géneros, ya sin la sorpresa, la gracia ni el rapto de melancolía que Godard podía esgrimir en Alphaville. El cine negro de Ossang queda así en un limbo, por muy claros que sean los referentes y lineal la genealogía, pues hace de su núcleo aquello que fue un momento, incluso una gimnasia preparatoria para batallas más complejas. Aquí, de nuevo, el cineasta saca a relucir un refinado gusto por un fatalismo en blanco y negro que acuñe ucronías donde pasado y porvenir ejecuten piruetas que los conviertan en indiscernibles. El espesor estético, sin embargo, no aguanta tanto vaivén narrativo y se abisma en un importante aburrimiento una vez que al espectador le importa demasiado poco lo que le acontezca a estos peleles del destino. Alegra, eso sí, toparse con Pascal Greggory o Diogo Dória.

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