Crítica 'Mi primera boda'

Perdices de corralito

Mi primera boda. Comedia nupcial, Argentina, 2011, 102 min. Dirección: Ariel Winograd. Guión: Patricio Vega. Fotografía: Félix Monti. Música: Lucio Godoy. Intérpretes: Daniel Hendler, Natalia Oreiro, Imanol Arias, Martín Piroyansky, María Alche, Sebastián De Caro, José Soriano, Marcos Mundstock, Daniel Rabinovich, Gabriela Acher.

Parece que las bodas siguen dando mucho juego para la (mala) comedia (de siempre), sobre todo cuando éstas se tuercen o se desmadran, enésima fórmula coral que Hollywood ha manejado de los días de la screwball y que alcanza todavía numerosas variantes, algunas más logradas que otras, sobre una misma premisa agotada.

No es ajeno al patrón del banquete distópico el argentino Ariel Winograd, quien en su segundo largo calca la fórmula con todas sus situaciones, giros y secundarios de apoyo (Imanol Arias incluido), para casar a los vástagos de dos familias acomodadas, una católica, otra judía, ambas pura caricatura, en una cinta cuyo fuelle se apaga minuto a minuto, dando síntomas de una flagrante impericia para manejar los tiempos y ritmos de la comedia.

Más ocurrente que otra cosa en su arranque autoconsciente, inútil en su voluntad autoparódica y filmada con escasez de ideas sobre un guión estiradísimo, Mi primera boda apenas nos recompensa con la aparición de los luthiers Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich como respectivos cura y rabino a oficiar la desastrosa e interminable ceremonia. A ellos, a su dialéctica genial y a sus réplicas les debemos lo único reseñable de esta comedia.

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