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Oscar honorífico en 1998

Muere el director Stanley Donen, reinventor de los musicales de Hollywood

  • Formó con Gene Kelly una de las mejores parejas del séptimo arte en películas como 'Cantando bajo la lluvia'

Stanley Donen  en Venecia en 2004, cuando recogió el León de Oro por su carrera

Stanley Donen en Venecia en 2004, cuando recogió el León de Oro por su carrera / Claudio Onorati (Efe)

Obras inmortales del cine como Cantando bajo la lluvia, Siete novias para siete hermanos o Charada tienen como denominador común a Stanley Donen, el hombre que reinventó los musicales de Hollywood y cuyo amor por el cine se gestó en sus horas de soledad, huyendo de los abusos por ser judío.

"Para mí, dirigir es como el sexo: cuando es bueno, es muy bueno; pero cuando es malo, aún es bueno", dijo Donen en una de sus citas más conocidas.

Posiblemente el último de los grandes directores que quedaba vivo del Hollywood dorado, Donen será siempre recordado por sus películas con Gene Kelly, con quien formó una de las parejas artísticas más destacadas del séptimo arte gracias a obras como Un día en Nueva York, Cantando bajo la lluvia y Siempre hace buen tiempo.

Pero esa relación surgió muchos años atrás, cuando Donen, con 16 años, se empleaba como bailarín en producciones de Broadway a comienzos de la década de 1940.

Como miembro de una de las escasas familias judías de Columbia (Carolina del Sur), su infancia había sido solitaria, infeliz y repleta de insultos y abusos por parte de sus compañeros de clase.

Eso le llevó a refugiarse a menudo en los cines de la ciudad, con películas que le hacían evadirse de la realidad y donde se enamoró del musical Volando hacia Río de Janeiro, de Fred Astaire y Ginger Rogers.

Con el objetivo de recrear esa magia y escapismo, trabajó por primera vez con Kelly, bajo las órdenes de George Abbott, en Pal Joey, una obra que se convirtió rápidamente en toda una atracción para el público neoyorquino.

La relación entre Donen y Kelly se estrechó y éste le pidió que se convirtiera en su asistente para las coreografías.

Así llegaron de la mano a Hollywood, que les abrió las puertas con Rita Hayworth y Las modelos (1944), la película que convirtió a Kelly en estrella y que dio pie a nuevas colaboraciones entre ellos en Levando anclas (la escena del ratón Jerry llevó un año de trabajo en postproducción) o Living in a Big Way.

La química entre ambos era tal que, finalmente, Arthur Freed, uno de los grandes productores de los musicales de Metro Goldwyn Mayer, confió en ellos para rodar Un día en Nueva York, el debut tras las cámaras de ambos y el primer musical con escenas rodadas en las calles de una gran ciudad.

Tras el éxito de su ópera prima, MGM le hizo un contrato de siete años y rodó Bodas reales (con su ídolo de la infancia, Fred Astaire, a quien puso a bailar por las paredes y los techos) y Love is Better Than Ever (con una jovencísima Elizabeth Taylor) antes de crear junto a Kelly Cantando bajo la lluvia.

La cinta se considera el musical más célebre de todos los tiempos, con secuencias inolvidables como la de un Kelly empapado pero radiante de alegría mientras canta, baila y chapotea en el agua acompañado de su paraguas negro.

Cartel de 'Dos en la carretera', una de sus tres películas con Audrey Hepburn. Cartel de 'Dos en la carretera', una de sus tres películas con Audrey Hepburn.

Cartel de 'Dos en la carretera', una de sus tres películas con Audrey Hepburn.

Después llegarían Siete novias para siete hermanos, Siempre hace buen tiempo (su último trabajo con Kelly, cuya amistad se había ido deteriorando con el paso de los años) Una cara con ángel y, alejándose ya de un género musical en declive, firmó títulos como Charada y Dos en la carretera, esos tres últimos con su idolatrada Audrey Hepburn.

Establecido como cineasta independiente, se lanzó a dirigir a algunos de los mejores actores de la industria en obras como Indiscreta (con Cary Grant e Ingrid Bergman) o Arabesco (con Gregory Peck y Sophia Loren), producciones rodadas en Europa, donde estableció su residencia.

Aunque la Academia de Hollywood nunca lo nominó en la categoría de mejor director, sí decidió entregarle el Oscar honorífico en 1998 de manos de Martin Scorsese.

Donen, con su humor habitual, decidió dar las gracias cantando el clásico Cheek to cheek, de Fred Astaire, y deleitando al público con pequeños pasos de baile rememorando sus fastuosas obras del pasado.

En su discurso, dijo que el secreto para ser un buen director es rodearse de los mejores en cada campo y, "cuando comienza el rodaje, aparecer y no te entrometerse en sus labores".

Se casó en cinco ocasiones y tuvo tres hijos. Desde 1999, Donen mantenía una relación sentimental con la comediante Elaine May.  

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