Crítica

'Lluvia de albóndigas': Alitas de pollo en la retina

Lluvia de albóndigas. Animación, EEUU, 2009, 80 min. Dirección y guión: Philip Lord, Chris Miller. Música: Mark Mothersbaugh.

En la carrera por el pastel de la taquilla navideña, la animación sigue rebuscando en el baúl del cine de género para ganarse a la exigente chiquillada. Si la producción española Planet 51 se fijaba en las claves y la iconografía de la ciencia-ficción de los años 50, Lluvia de albóndigas, de Sony Pictures Animation, se mira en el espejo del cine de catástrofes de los 70 para cambiar terremotos y tornados por un aluvión masivo de alimentos gigantes salidos de los experimentos de laboratorio de un joven científico locuelo dispuesto a cambiar su mundo y a reconciliarse con su padre en una pequeña y triste isla en mitad del Atlántico dedicada a la industria de la sardina.

Partiendo del libro de Judy y Ron Barrett publicado en 1978, Phil Lord y Chris Miller, responsables de las serie de televisión Cómo conocí a vuestra madre, transfiguran la hipertrofia espectacular y ruidosa de las cintas de Jerry Bruckheimer o Roland Emmerich en un desbordante y flexible universo animado presidido por las texturas y los colores saturados, el humor paródico y autoconsciente y un dibujo de personajes más atrevido que de costumbre. De paso, la película lanza su proclama contra la comida basura en tiempos de obesidad infantil a través de una fábula con moraleja llena de ritmo, acción trepidante y unos logrados efectos 3D que nos arrojan hamburguesas con queso, chucherías y alitas de pollo a la retina.

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