Ennio Morricone | Obituario

"Io, Ennio Morricone, sono morto": adiós al último gigante

  • El coloso de la música europea, fallecido a los 91 años, dejó su talento en más de 400 películas. Nadie logró tal comunión entre la pantalla y la platea como el compositor de 'La misión' o 'Novecento' 

Ennio Morricone, un genio de la música. / Ampas Handout (Efe)

Ennio Morricone, un genio de la música. / Ampas Handout (Efe)

Como un hombre disfrazado de Rigoletto gritaba "Verdi è morto!" en el inicio de Novecento, suena hoy una voz desde Roma gritando "Morricone è morto!". Una caída, y las posteriores complicaciones propias en un hombre de 91 años, han derribado al último coloso de la música de cine europea, único superviviente de la extraordinaria generación eclosionada en la primera mitad de los años 60. Asombra que en tan pocos años saltaran a la fama internacional tantos grandes compositores: Delerue en 1961 con Jules et Jim, Jarre en 1962 con Lawrence de Arabia, Legrand en 1963 con Los paraguas de Cherburgo, Rodney Bennet y Addison ese mismo año con Billy el embustero y Tom Jones, Barry en 1964 con Goldfinger, Morricone en 1964 y 1965 con Por un puñado de dólares y La muerte tenía un precio… Mientras en Hollywood se imponía la generación de Bernstein, Mancini, Schiffrin, Jones, Goldsmith o Fielding. Cinco años prodigiosos en eclosión de talentos.

Mientras escribo oigo dos de sus bandas sonoras menos populares, pero más elegíacas, más noble y elegantemente melancólicas: El aventurero y El desierto de los tártaros. Ambas escritas para películas basadas en obras maestras de Conrad y Buzzati. Porque Morricone, con sus más de 400 películas, ha puesto música a todo lo que se pueda proyectar en una pantalla: desde obras maestras y grandes películas del prestigiado cine de autor italiano de los 60 y los 70 (Pasolini, Bertolucci, Bellocchio, Ferreri, Cavani, Montaldo, Pontecorvo, Bolognini, Petri, los Taviani, Rosi, Zurlini o Zeffirelli) y del cine popular (Leone, Sollima, Corbucci o Argento), hasta las más ramplonas producciones comerciales a las que aportó un desvergonzado talento y un oficio siempre por encima de ellas: nunca las volveríamos a ver pero siempre seguiremos oyendo sus espléndidas, divertidas e irreverentes bandas sonoras. Con, en medio, sus trabajos para realizadores franceses sobre todo de cine negro (Verneuil, Labro, Boisset, Girod, Enrico, Giovanni, Deray) y para el Hollywood en el que este romano del Trastevere nunca quiso residir (Malick, Carpenter, Fuller, Fleischer, Nichols, Joffe, Friedkin, De Palma, Levinson, Stone, Tarantino). Y hasta para el cine español con ¡Átame! de Almodóvar, que no fue una buena experiencia.

Pueden escoger el Morricone que quieran: el vanguardista de Pajaritos y pajarracos, La clase obrera va al paraíso o Los puños en los bolsillos; el genialmente gamberro de los espagueti western; el extravagante de los giallo El pájaro de las plumas de cristal, El gato de nueve colas o Milano odia, la policía non può sparare; el pop y bossa nova duduá de Supongamos que una noche, cenando…, La cosa buffa, Guapa, ardiente y peligrosa o Come Maddalena; el noble y grandioso de El desierto de los tártaros, Sacco e Vanzetti, Novecento o La misión; el sentimental de La leyenda del pianista en el océano o Cinema Paradiso… Lo mejor es quedarse con todos, aunque confieso mi debilidad por sus obras menos "nobles" y más inteligente y creativamente gamberras.

Morricone con el director Sergio Leone. Morricone con el director Sergio Leone.

Morricone con el director Sergio Leone.

Porque Morricone elevó a arte el kitsch musical de los 60 y los 70 mezclándolo con las más sorprendentes interpolaciones cultas (solo él incluiría en la banda sonora pop de una mediocre película de acción con Belmondo –El profesional- unas variaciones sobre el nombre de Bach, haría una parodia de la wagneriana cabalgata de las walkirias con I Cantori Moderni desgañitándose para el espagueti Mi nombre es ninguno o compondría la Marcha de los desgraciados de Agáchate maldito punteándola con algo muy parecido a un eructo e incluyendo notas de la Pequeña serenata nocturna de Mozart).      

El secreto de la asombrosa cantidad de películas compuestas por Morricone -hubo años en los que compuso más de 20- era su capacidad de trabajo. Inteligente, metódico, incansable, riguroso y estajanovista de la partitura, se sometió a una vida espartana con un horario inflexible. A veces no le daba tiempo a completar la instrumentación y dirigir sus partituras, lo que confiaba a su amigo Bruno Nicolai que se convirtió en una prolongación del maestro para los trabajos más comerciales (pero no menos brillantes). El secreto de que ninguno de sus más de 400 títulos careciera de interés es su genio, desde luego, pero también cuádruple formación en música clásica (conservatorio de Santa Cecilia de Roma), música contemporánea (formó parte del grupo vanguardista Nuova Consonanza), música popular (como su padre, fue trompetista de orquestas ligeras en su juventud) y música pop (arreglista de canciones para la RCA italiana con éxitos como Guarda come dondolo o Sapore di sale).

El secreto de su éxito tiene también que ver con su cuádruple formación en música clásica, contemporánea, música popular y pop

Su capacidad para pulsar cada uno de estos registros según la conveniencia de la película -y en muchas ocasiones los cuatro a la vez- es lo que le ha hecho único y le ha convertido en el compositor más popular y querido de toda la historia de la música de cine. Nadie se atrevería a mezclar en una misma banda sonora -como hizo en las de Leone- fragmentos vanguardistas atonales, temas pop para trompeta y guitarra eléctrica, el silbido de Alessandroni y las voces -o gritos- de sus I Cantori Moderni y el canto sin palabras de Edda Dell’Orso. Con un resultado arrollador. He visto al público rugir de entusiasmo o llorar con su música. Ningún compositor ha logrado esta comunión entre la pantalla y la platea.

Recibiendo en 2015 un homenaje del director Quentin Tarantino. Recibiendo en 2015 un homenaje del director Quentin Tarantino.

Recibiendo en 2015 un homenaje del director Quentin Tarantino.

No podrá recoger el Princesa de Asturias que recibió recientemente junto a John Williams. Pero sí recogió a lo largo de su carrera -entre otros muchos- dos Oscar, tres Globos de Oro, el León de Oro de Venecia, seis Bafta, dos Grammy, diez David di Donatello y once Natri D’Argento. Aunque su premio mayor fue el amor del público que le fue fiel durante sus más de 50 años de profesión.

Era a la vez severo y amable, seco y cariñoso, consciente de su talento y modesto, serio e irónico. Lo retrata la carta que dejó escrita al saber que moría: "Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre han estado cerca de mí y también a aquellos que están un poco lejos, que saludo con gran afecto… Solo hay una razón que me lleva a saludarlos así y celebrar un funeral privado: no quiero molestar".

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