SEFF 2017

Encuentro en las fronteras del humor

  • Carlo Padial y Berto Romero estrenan en el SEFF 'Algo muy gordo', el proyecto más 'comercial' del primero y el más experimental del segundo

¿de qué va Algo muy gordo? Difícil condensar en una sola frase las múltiples capas y contradicciones -en su mayoría premeditadas- de un artefacto que supone el encuentro de dos formas de entender la comedia audivisual hoy en España: la rarita, conceptual, low cost y digamos de culto de Carlo Padial, frente, o más bien junto a, la convencional, televisiva y triunfal de Berto Romero. Ambos firman el guión de la película, que dirige el primero y con la que ayer se inauguró ayer la sección Nuevas Olas del SEFF.

Pero de qué va, sí. Intentémoslo. En el apogeo de su fama, tras participar en taquillazos industriales como Ocho apellidos catalanes, Berto Romero ve cómo de un momento a otro todos sus logros se ven amenazados por una pesadilla delirante: las autoridades descubren que, a causa de un extraño error jurídico, debe repetir octavo de EGB, de modo que el cómico deberá volver atrás en el tiempo, convertirse de nuevo en un niño gordo y superar el curso para poder regresar a su vida adulta. De esto va la película que él quiere rodar, una producción diseñada al milímetro para su lucimiento personal, el "Blade Runner de la comedia", con gran despliegue tecnológico y de efectos especiales, que no falte de nada. Pero no es exactamente lo que cuenta Algo muy gordo, que adopta la forma del making-of de esa película.

Hay miedo a no encajar por hacer algo extraño, pero lo bonito del cine es encontrar tu propia voz"

"Berto vio Mi loco Erasmus y me escribió. No suelo hacer estas cosas, me dijo, pero me ha gustado tanto que me apetece tomarme un café contigo y ver si surge algo. Fue así de espontáneo", contaba ayer Padial sobre el germen del que es, sin duda, el proyecto más comercial -va en cursivas, pero léase entre comillas y con neones de colores- de una serie de trabajos en los que este barcelonés del 77 ha retorcido géneros y formatos tanto en formato audiovisual -en películas como la mencionada y Taller Capuchoc, en cortos como Nuestro porno favorito o en el programa de (falsas) entrevistas Go, Ibiza, Go!- como por escrito, en la reciente novela Doctor Portuondo, para convertir su catálogo de pequeñas manías y angustias cotidianas en una forma de humor hiperdramático que mueve no tanto a la risotada de-toda-la-vida como la extrañeza o la incomodidad.

"Yo siempre había querido hacer una comedia con apariencia documental, y en aquel momento, cuando me escribió Berto, yo andaba haciendo el making-of de Un monstruo viene a verme, por lo que me pasé horas y horas en platós enormes viendo a gente en cromas hablándole al vacío. Me pareció interesante ambientar toda una película en ese estadio previo de una gran producción", explicó Padial. Para ello contó con la ineludible entrega a la causa de Berto Romero, que se presta a reírse de sí mismo apareciendo durante casi todo el metraje con la cara llena de tachuelas y enfundado en uno de esos ridículos trajes-malla que se emplean para captar los movimientos de los actores e integrarlos en los escenarios, objetos y efectos digitales, fase de la película a la que nunca se llegará -como mandan los cánones ya sean clásicos o transgresores de la comedia, la cosa sale mal- porque ésta se va diluyendo entre el caos y el mal rollo generado por un director hermético, caprichoso y neurótico al que da vida el mismo Padial. "Es un juego de espejos, todos hacemos de nosotros mismos, pero no se trataba de retratar cómo somos en realidad, sino una realidad tangencial, una versión exagerada de lo que cada uno podría ser, porque nos interesaba que el público llegase a preguntarse hasta qué punto lo que está viendo puede ser así", terció Romero.

Por la apoteosis meta-todo que es Algo muy gordo se pasea, junto a Carolina Bang, algo así como un all star nacional de esa otra sensibilidadpara la risa -lo que viene agrupándose bajo la genérica etiqueta post-humor-, desde Carlos Areces hasta Miguel Noguera, pasando por Javier Botet o ese viejo compinche de los vídeos más experimentales o enfermitos de Padial que es Dídac Alcaraz, e incluso hace una aparición el director y guionista Javier Ruiz Caldera que, aunque no desde los márgenes como muchos de los anteriores, ha ensayado desde dentro de los cauces industriales otros tipos y registros y temas de comedia. "En Estados Unidos sí hay una tradición de gente que se interpreta a sí misma, desde Larry David a Louie C. K., pero aquí no es tan habitual ese formato de falso documental. Tal vez lo más cercano que se ha hecho sea Qué fue de Jorge Sanz", dijo Areces; y matizamos nosotros, para no confundir, que, siendo interesante y divertidísima como es esa serie, Algo muy gordo juega bastante, bastante, bastante más fuerte en su operación de reducción al puro absurdo de la presunta épica de un rodaje.

"La película es una declaración de amor a la comedia. Cómo van a entenderse los del post-humor y los cómicos que salen en la tele, se podría preguntar mucha gente. Pues nos entendemos. La comedia siempre prevalece", dijo Romero. "En mi generación existe el miedo a no encajar en la industria por hacer algo extraño. De modo que muchos, cuando tienen la suerte de llegar a hacer algo con más medios, llegan ya desactivados. Pero a mí me parece que lo bonito de hacer cine, y esto vale tanto para la comedia como para otro tipo de cine, es encontrar tu propia voz. Eso es -concluyó Padial- lo que merece la pena de hacer cine, y lo que nos gusta encontrar como espectadores. Hay que sacudirse ese miedo".

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