Crítica 'Aviones de papel'

Elogio del 'origami'

Aviones de papel. Comedia infantil, Australia, 2014, 96 min. Dirección y guión: Robert Connolly. Intérpretes: Sam Worthington, Ed Oxenbould, Deborah Mailman, Nicholas Bakopoulos-Cooke, Ena Imai, Terry Norris.

Pues no, el título no es ninguna metáfora. Aviones de papel va precisamente de eso, de aviones de papel, a saber, los que diseña y hace un simpático niño australiano para competir primero en el campeonato nacional y luego en el mundial que se celebra en Japón.

La cinta de Robert Connolly asume una cándida condición de fábula con moraleja para reivindicar el placer de lo analógico, del viejo papel, su materia, su tacto y sus múltiples formas nada menos, en estos tiempos de cine infantil saturado de grasas digitales y relatos de fantasía de dudoso gusto.

Se trata aquí, trabajando con las herramientas más clásicas, de poner la dosis justa de almíbar de superación a una situación familiar apagada (la madre ausente, el padre deprimido) a través del reto, la creatividad, la observación de la naturaleza como fuente de sabiduría y un espíritu de desarrollo no basado en la competición o la victoria como en el mero placer del juego por el juego.

Evidentemente, Aviones de papel es una película menor incluso dentro de su género infantil sin coartadas adultas, pero se agradece bastante su ausencia de máscaras, la transparencia de su mensaje de respeto, tolerancia, interculturalidad y fair play y unas formas limpias sin excesivo barniz posmoderno que la hacen más que recomendable para la chavalería saturada de estímulos tecnológicos.

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