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Crítica 'Intruders'

Domicilio conocido

Intruders. Terror, España-RU-USA, 2011, 100 min. Dirección: Juan Carlos Fresnadillo. Guión: Nicolás Casariego y Jaime Marqués. Fotografía: Enrique Chediak. Música: Roque Baños. Intérpretes: Clive Owen, Carice van Houten, Daniel Brühl, Kerry Fox, Ella Purnell, Pilar López de Ayala.

Desconozco si el canario Juan Carlos Fresnadillo tiene su domicilio fiscal en territorio español. De lo que no tenemos duda es de sus señas de identidad cinéfilas, inscritas en ese modelo de género de vocación internacional, a las que los más entusiastas añaden siempre la "buena factura" como eufemismo que esconde las ganas de superar viejos complejos de inferioridad de nuestra producción nacional de carácter más popular.

En efecto, las tres películas de Fresnadillo, Intacto, 28 días después e Intruders, se mueven entre una estética, unos temas y unos modos de producción, en los dos últimos casos con una fuerte base anglosajona, que nada nos dicen de otra cultura que no sea la de los productos de consumo para el gran público mundial.

Todo esto no quiere decir que el canario, como Rodrigo Cortés, Jaume Collet-Serra o Juan A. Bayona, no sea un buen realizador. Lo es, y las endebleces, reiteraciones y estiramientos de este guión lo confirman como un cineasta de talento visual muy por encima de los materiales argumentales con los que trabaja. Lo que sí resulta más cuestionable, como se puede leer en los textos promocionales y en las críticas más entusiastas, es que tenga además un mundo y unas obsesiones propias, empeño de catalogación autorial que sigue escondiendo otro tipo de complejos.

A partir de un guion original de Nicolás Casariego y Jaime Marqués, Intruders trabaja en un territorio muy transitado por la literatura y el cine de terror, aquel en el que se proyectan y materializan los miedos y pesadillas infantiles en un paisaje especular de cuento siniestro, armarios oscuros, casas encantadas y hombres del saco.

Escindida en dos tramas paralelas que transcurren en Londres y Madrid, dos tramas algo desequilibradas con vínculo y trampa final, la película juega sus mejores bazas en la puesta en escena del miedo evitando la habitual tendencia a los golpes de efecto. Bien al contrario, y a pesar de los clichés atonales de la banda sonora, Intruders sabe trabajar los espacios, el tiempo, el silencio, el punto de vista y la calma chicha como recursos de estilo capaces de soportar los lugares comunes de una historia de transferencia y umbrales por la que también asoman la inevitable metáfora del desmoronamiento familiar, un cura exorcista de perfil blando y maquillajes con látex que creíamos desterrados de la era digital.

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