Crítica 'Bárbara'

Calma del Este

Bárbara. Drama, Alemania, 2012, 110 min. Dirección y guión: Christian Petzold. Fotografía: Hans Fromm. Intérpretes: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Rainer Bock, Jasna Fritzi Bauer, Christina Hecke, Claudia Geisler.

Puedo imaginarme la película que hubiera hecho alguno de los cachorros oficiales del último cine alemán con una historia como la de Bárbara: cargada de suspense, música incidental, actores jóvenes de moda y estética de reconstrucción histórica de peluquería postiza y guardarropía vintage.

Por suerte, Bárbara es una película de Christian Petzold, uno de los cineastas más interesantes y fiables de esa Escuela de Berlín de la que también forman parte, cada uno en su terreno, Ulrich Köhler, Angela Shanelec, Thomas Arslan, Christoph Hochhäusler, Valeria Grisebach o Maren Ade.

Por suerte, Bárbara trabaja la Historia reciente de la Alemania escindida, objeto de interés de buena parte de la obra de su autor (Gespenster, Yella, Jerichow, Dreileben), desde la distancia formal y el respeto por la inteligencia del espectador, prolongando su característico estilo seco y clínico en el retrato implacable, siempre ambiguo, siempre impreciso, de una enfermera recién salida de la cárcel (Nina Hoss en su mejor papel) destinada a un hospital de una pequeña ciudad de provincias en la Alemania del Este de 1978, en plena Guerra Fría.

No se trata ahora de filmar, como en anteriores filmes, "los restos de la Historia y las consecuencias de un devenir desesperanzado" (Fran Benavente), como de filmar los huecos de la Historia en su presente, a saber, en un tiempo, igualmente desdibujado e incierto, marcado por el desarraigo, el miedo, la vigilancia y la sospecha como motores para la desnaturalización de la mirada. Petzold consigue instalar esa mirada sospechosa y ambigua en el propio tejido de su película, vaciando el thriller de su superficie más efectista para quedarse en esos espacios baldíos e impersonales en los que el interior de sus personajes resulta inaccesible e inescrutable, como si sólo fuera posible saber algo de ellos a través de sus acciones y rutinas.

Con todo, Bárbara renuncia poco a poco a su potencial de abstracción para engancharse al relato y generar un pequeño y confortable suspense: la posibilidad de una duda, una renuncia que haga pensar en un futuro diferente. Sin embargo, momentos antes, una azulada luz fantasmal se ha cernido premonitoriamente sobre el rostro de Nina Hoss mientras espera en la playa.

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