Figura de referencia de la industria española con mentalidad de currante incansable, parco en palabras y notoriamente alérgico a los aspavientos tan habituales en el show business, Alberto Rodríguez celebró ayer las 17 candidaturas de La isla mínima a los próximos Premios Goya... trabajando durante toda la mañana. "Estaba con Falete [Rafael Cobos, candidato él mismo a un premio, el de mejor guión] y paramos un momento para ver el acto por streaming. Y ya nos fuimos mandando mensajitos todos los miembros del equipo. Estoy muy contento, es evidente, pero muy especialmente porque todo esto supone, al margen de lo que pase luego, un premio al equipo. Además, muchos estaban ahí desde el principio, puedes coger los créditos de mis primeras películas, de mis primeros cortos, y ahí están ellos también, prácticamente los mismos. Hemos hecho este viaje juntos y eso, de verdad, es muy satisfactorio", dice el director sevillano en conversación telefónica con este diario.

Con Grupo 7 el autor sevillano, nacido en 1971, ya disfrutó de un éxito bastante incontestable tanto en las taquillas como entre la crítica (y en los Goya, con 16 nominaciones pero finalmente sólo dos premios), aunque no llegó a las espectaculares cotas de este último thriller en las marismas que más de tres meses después de estrenarse -y con la machacona campaña de estrenos navideños de por medio- sigue proyectándose en algunos cines. "Es cierto, y sorprendente. La película ha sobrevivido a esa avalancha. Hasta ahora quedaban 12 copias en exhibición en toda España, y todavía no me han dicho cuántas copias más van a volver a distribuirse, pero será otro empujón para que la gente vaya a verla", dice Rodríguez, que entiende que eso en sí mismo -la prolongación de la vida de una película, la invitación a verla para todos aquellos que aún no lo hayan hecho: en sus palabras, "aproximar la película al público"- es lo mejor de los premios.

También fue éste el criterio, por otro lado, que guió a Cobos y a él desde que La isla mínima era todavía una idea: "Esta repercusión yo no me la podía imaginar... Imposible. Eso no se piensa, se piensa únicamente en hacer la mejor película posible. Pero sí que nos planteamos que fuera una película hecha para el público, para que el público la disfrutara o más bien la sufriera. Sí, pensamos mucho en el público a la hora de hacerla, pero por supuesto también para respetarlo, en el sentido de que en todo momento la historia mantiene la tensión pero sin necesidad de hacer trampas, o al menos yo creo que no las hacemos".

El sevillano, que está volcado ahora en la película -un nuevo thriller- sobre las extremadamente turbias peripecias del espía español Francisco Paesa, un proyecto que dejó aparcado tras Grupo 7 por problemas de financiación y que ahora ha podido retomar gracias en parte al formidable respaldo recibido por La isla mínima, espera que "se dé por zanjado de una vez por todas el debate sobre el cine español". "Estaría bien ya, ¿no? Porque el público, claramente, quiere ver películas españolas, y cree en las películas españolas. Ya es hora de aparcar esas historias de que si el cine español es malo, que si no interesa... No hay más que ver las listas de las películas más vistas este año, y no sólo va a estar ahí Ocho apellidos vascos. Deberíamos congratularnos porque en este sentido 2014 ha sido un año estupendo".