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Crónicas del retornado

Escolares

Por estas fechas se está produciendo un hecho alarmante, sin que nadie levante la voz para impedirlo: en Chiclana y en otras poblaciones de España miles de niños y adolescentes de ambos sexos están siendo confinados con carácter forzoso en centros especializados, y allí permanecerán diariamente durante seis o siete horas a lo largo de nueve meses del año con alguna breve interrupción.

Se trata de los llamados “escolares” o “alumnos”. Curiosamente las autoridades se enorgullecen o pavonean del alto porcentaje de la población que padece este género de reclusión y de la obligatoriedad de la misma. Fijemos nuestra atención en el concepto “obligatoria” que define los estudios de esta etapa de la educación: ESO (Enseñanza Secundaria Obligatoria). No sé usted, querido lector o lectora, pero a mi ese término siempre me ha parecido bastante repulsivo. En cierta etapa de nuestra historia solíamos decir que lo que no era obligatorio es que estaba prohibido. A nadie le gusta que le obliguen a hacer algo, no nos gusta que nos obliguen a hacer la mili, no nos gusta que nos obliguen a casarnos, no nos gusta que nos obliguen a pagar impuestos, por muy necesario que ello sea… Así que a nadie le puede extrañar que a muchos escolares no les estimule en especial cursar estudios obligatorios por definición.

Que sí, que es broma, que exagero, pero no me negarán que se había podido buscar un término más afortunado para definir la necesaria formación inicial de nuestros estudiantes.

Estoy convencido, no obstante, de que nuestra enseñanza pública es bastante buena en términos generales, lo que no impide que en la práctica adolezca de problemas de cierta importancia. En la privada no me meto, porque personalmente no la creo necesaria, pero allá cada cual.

Por ejemplo, me parece que los alumnos de la ESO tiene que cursar demasiadas asignaturas, cuyo contenido creo que suele ser excesivamente teórico. Tal vez el problema venga desde la Primaria. El hecho es que casi todos los chicos no disponen de las herramientas comunicativas mínimas cuando finalizan sus estudios. Expresión oral, expresión escrita, hábito lector no alcanzan unos niveles suficientes. Y no hace falta que ningún informe PISA venga a contárnoslo, porque lo podemos detectar en la práctica diaria.

Los grupos de clase suelen ser demasiado numerosos, eso que solemos denominar la “ratio”. Mientras que en la Unión Europea la ratio media es de veinte alumnos, en España es de veinticinco, incluso en momentos en que la situación sanitaria recomendaría una drástica disminución para evitar contagios. Cuesta dinero, claro, pero también son costosas otras inversiones a lo mejor no tan imprescindibles.

Sigo con esta desordenada enumeración de asuntos cuestionables en nuestro sistema educativo: algunos profesores de confianza me cuentan que en muchos centros se siguen organizando los grupos de clase con criterios erráticos por discriminatorios, ya que se agrupan alumnos de mejor conducta y capacidades de aprendizaje en unos; en tanto que los chicos de peor conducta y aplicación son relegados a otros. Anecdótico pero real: las primeras letras del abecedario definen a los “buenos”, en tanto que los “malos” tiene que conformarse con las siguientes. No sé qué habría sucedido con Newton, Edison, Pasteur o Darwin con este sistema de clasificación, porque todos ellos fueron pésimos alumnos y luego parece que fueron espabilando mucho. ¿Sabían ustedes que Don Miguel de Unamuno suspendió Literatura en el Bachillerato?

Pero, como dijo el clásico: “tolgamos la corteza, al meollo entremos”. Tengo la impresión, y que conste que solo hablo de impresiones, de que las jornadas escolares son demasiado extensas y que, por añadidura, no cubren el total de las tareas escolares que debe cumplir el alumno. Los “deberes” para hacer en casa suelen ser demasiados, lo que hace que el tiempo libre de niños y adolescentes resulte muy limitado. Los chicos necesitan jugar y relacionarse, cosa difícil si han de encerrarse en su cuarto a hacer las tareas impuestas por profesores de criterio variable, que de todo hay en la viña del Señor.

Claro que el retornado no dispone de respuestas para todas estas preguntas. Como tampoco hay el menor cuidado de que le vayan a nombrar Ministro de Educación, ni Consejero autonómico del ramo; ni tan siquiera concejal de educación de su pueblo, puede permitirse el lujo de señalar cuestiones sin ofrecer respuestas para ninguna de ellas.

Lo que sí estaría bien es que nuestros políticos no centrasen sus polémicas en cuestiones doctrinales o ideológicas y se pusieran a diseñar un sistema educativo eficaz y coherente, con el centro en lo más modesto y cotidiano: Alumnos, Profesores y Centros educativos.

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